Los constituyentes de 1925
Los Constituyentes de 1925 delegación de facultades legislativas en el Ejecutivo. Creo que esto sólo se podría tolerar en caso de guerra o conmoción in– terior. Porque de aquí a una dictadura legal o a un régimen totalitario no queda más que un paso." 4)- Aspiraciones Constitucionales 'Creo que estas "aspiraciones" constituyen un mandato que el 1Congreso debió obedecer. A este respecto, me parece que deberla existir una disposición constitucional que fijara pla<1:os adecuados para el estudio y dictación de las leyes que la Cons– titución estima indispensables para el buen gobierno del país. Actualmente ocurre que las mejores ideas sólo permanecen en la Constitución como "aspiraciones", sin que el Parla.mento ni los partidos politicos interesados logren concretarlas en rea– lidades. Ocurre con esto lo que pasa con los Programas de los partidos políticos, que sólo sirven como plataforma elec~oral y como exponentes de ideologías destinadas a la pirotecnia ver– bal de caudillejos y demagogos. Si todos los habitantes del territorio nacional estamos obli- • gados a conocer y respe'tar la Constitución y las leyes chilenas, con mayor razón están obligados a obedecer rigurosamente sus disposiciones, precisamente los encargados de dictarlas al país." 5) - Ventajas de unir los Capítulos VIII y IX de la Constituci6n.-Proyeoto "Con las reformas propuestas en el Proyecto de .unión de los capítulos VIII y IX de la Constitución Politica, se da el golpe de gracia a la Comuna Autónoma. La >administración co– munal pasarla, entonces, a depender del Ejecutivo, que la ma– neja.ría por medio de sus agentes. Este debe ser el punto en discusión. Desde hace mucho tiempo se afirma que el régimen comunal en \'igencia ha sido un fracaso. Convendría estudiar las causas. Es lamentable tener que constatar que en la orga– nización de todas nuestras institucion€s, el que falla es siem– el factor humano. Si la Comuna Autónoma ha fracasado, se– guramente ello se debe a la mala calidad moral de algunos hom– bres que han intervenido en su manejo. Pero su implantación fué, sin duda, un gran progreso y su mantenimiento, mejorán– dola, no sólo una valiosa conquista democrática, sino un po– deroso elemento de bienestar y de comodidad para la población, especialmenfa para las agrupaciones alejadas de los grand~s centros. Si observamos un poco, siquiera oon la imaginación, lo que ocurre en el medio europeo, de donde es originaria esta ins– titución, tendremos que confesar nuestra franca envidia. En efecto, los alcaldes de por allá son verdaderos padres, cuando no alcanzan a ser patriarcas. Ellos intervienen y arreglan to- ) 71 (
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