Los constituyentes de 1925
Los Constituyentes de 1925 b) Limitación del número de Diputados y Senadores, de manera que no vaya aumentando desmesuradamente, con per– juicio de la eficiencia. Todos sabemos que a medida que sube el número de asambleístas en cualquier cuerpo colegiado, ba– ja su idoneidad. Por otra parte, conviene poner trabas a nuestro afán bu– rocrático, a la ampulosidad fantástica de nuestras creaciones. Para comprobar esto nos bastará comparar el número de los Ministerios con el de otras naciones. c) La reforma constitucional del año 25, al separar la Iglesia del Estado, fué contraria a los intereses nacionales. En primer lugar, porque con la abolición del Concordato se quita– ron a la Iglesia sus deberes para con el Estado y se le dejaron sus prerrogativas. Todas las leyes que en su beneficio se ha– bían dictado durante el antiguo régimen quedaron en vigor, lo que da a la Iglesia Católica una situación privilegiada. Entien– do que los ref0rmadores quisieron colocar en un plano de igual– dad ante la ley a todas las confesiones religiosas, pero, en el hecho , la católica les lleva tal ventaja que no sólo se diferencia fundamentalmente de todas ellas, sino que aparece como un nuevo poder dentro del Estado. Desde luego, su poder social es único e incontrarrestable y su potencia económica formidable. Debió haberse empezado por las reformas legales pertinentes, a fin de que como las de– más iglesiias, quedara sometida al régimen común. Y en cuan– to a sus bienes, debieron volver al patrimonio del Estado, ya que, en su gran mayoría, emanaban directamente de él. Considero que mientras se mantenga esta anómala situa– ción, la Iglesia Católica será un factor negativo en el progre– so evolutivo del país, tanto en el orden moral corno en el eco– nómico. Tenernos el ejemplo de España y de todos los países en que ha imperado el catolicismo. Los países sudamericanos an– helosos de progresar, han debido sacudir primeramente el yugo del clericalismo. Hay que recordar los años de luchas y de sa– crificios que costó al país la implantación de la instrucción obligatoria y el boycot y la competencia desleal que todavía hacen al Estado docente los elementos clericales. Esta actitud fué tan dañina que hasta hoy no ha sido posible realizar en este país ese sueño democrático que constituye la escuela co– mún. Y lllunca lo será, como no ha podido ser todavía realidad el divorcio, resistido porque pretende cortar un vínculo divi– no, cuando lo que en verdad persigue es la solución de un pro– blema humano. Yo sé que los espíritus cultos, aún los que se consideran de avanzada, estiman estas cuestiones pasadas de modas, co– sas teológicas que sólo atañen a la conciencia de cada uno. Pe– ro yo quiero hacer resaltar la situación preponderante de la ) 69 (
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