Los constituyentes de 1925

Los Constiituyentes de 1925 con quien había hablado tantas veces de estas cosas, le conté en mucho secreto mi conversación con Su Eminencia el Carde– nal Gasparri, le entregué el papelito escrito a lápiz que habia merecido la aceptaciór. del Cardenal y le dije que fuera a bus– car opiniones y que procurara encontrar una fórmula que no difiriera substancialmente de la que yo le entregaba." "Al proceder así, r ecordaba una asever ación de don Va– lentín Letelier en su clase de Derecho Administrativo, cuando criticaba a Santa María por haber hecho un problema politico y de agresión con las leyes de Cementerio Laico, de Matrimo– nio y de Registro Civil. Don Valentín, sostenía que las leyes nacidas en estas condiciones presentaban resistencias, que era muy difícil vencer. No quería yo que la separación de la Igle– sia dei Estado en nuestra Constitución, fuera la base de una resistencia que durara por años y años." "-Aqui le traigo la fórmula redactada por los hombres de fe y por los poiíticos amigos de la Iglesia. Ha sido materia de mucha discusión y de prolongadas reuniones, me dijo unos días después Monseñor Edwards. "Fué para mí una inmensa satisfacción considerar que la fórmula que me traía Monseñor Edwards no se diferenciaba de aquella que yo le había entregado en consul'ta y bajo s.:– creto.'' No buscaba yo ningún éxito personal, deseaba sólo la se– lución conveniente del problema. A la mayor brevedad propuse esa fórmula a la Comisión Redactora de la Constitución en la _vigésima cuarta sesión de la comisión, ce1ebracta el ;¿¡s de Ju– nio de 1925. Después de una serena protesta de los represen– tantes del Partido Conservador, don J:tomnaldo Silva Cortés y don l<, rancisco Viüal Garcés, en defensa de su conciencia rt:· ligiosa, la fórmula quedó aceptada. , "Al día siguiente, con bastante ner viosidad llegó el señor Nuncio Apostólico, que era muy amigo mío, interponiendo r e– clamo sobre Jo acordado en la Comisión. Traté de tranquilizar– le y, apenas se separó, le puse al Cardenal Gasparri un cable personal, significándole que ya empezaban los obstáculos y las resistencias. Muy pocos días después me llegó de Su Eminen– cia un afectuoso cable anunciándome que todo estaba arregla– do. Ya más tranquilo que la vez anterior, el señor Nuncio me visitó de nuevo para pedirme algunas modificaciones de redac– ción, sin importancia. Accedí gustoso a sus peticiones, resguar– dando así la situación de una persona a quien yo distinguía y apreciaba." "Muchos atribuyen la separación de la Iglesia del E stado al hombre eminente y superior, al gran prelado, que fué una honra para Chile y para América, Monseñor Crescente Errá– zuriz. Verdad es, que él preparó el ambiente de cordialidad y ) 37 (

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