Los constituyentes de 1925

Los Constituyentes de 1925 "Le expuse a Su Eminencia con toda claridad y franque– :ia mi situación. Más o menos, en los siguientes términos: "Eminencia, he sido llamado por mis conciudadanos para que continúe adiministrando en mi carácter de Presidente rlc la República. Para desempeñar mi tarea necesito reformar la Constitución Política vigente, a fin de suprimir 'tedas las cau– sas que motivaron la revolución y cuyas aspiraciones e ideales tengo que satisfacer. En mi país, las luchas religiosas han enar. decido los espíritus en otras época:; y han llegado a producirse perturbaciones de importancia. A los muchos problem.as que se me presentan, no quiero agregar el que sería mas grave de to– dos, el problema religioso, que podría producir hondas pertur– baciones, ya ha sucedido en otras oportunidlades. Resultaría perjudicado el país, y mas que nadie, la Iglesia. Estas conside– raciones me obligan, en todo caso. a llevar adelante la reforma: pero, en resguardo de la tranquilidad y de les intereses del país, yo quiero encontrar la solución a este grave problema de .acuer– do y en armonía con la Iglesia, armonía que me sería imposible conseguir eritre los hombres religiosos de Chile, y es por eso que he recurrido al Santo Padre. "Su Eminencia me miraba fijamente, seguía mis palabras con mucha atención, y, una vez que hube terminado, me dijo : "-Excelencia, en el Vaticano existen los peores informes que Ud. pueda imaginarse sobre su persona". "-No me extraña, h:iy tantos tontos en mi país, le inte– rrumpi." "-Tiene Ud. razón, continuó, tomando un tono paternal y suave. Yo estimo también que se han equivocado los infor– mantes del Vaticano y conociendo la vida y los hombres como los conozco, me convenzo que estoy en presencia de un hombre perfectamente sincero y honesto, con quien hay que tratar es– te problema en la misma forma. Sería inútil que yo pretendie– ra engañarlo a Ud. o Ud. a mí. Esas son ideas para gente de cortos alcances y no pertenecemos a tii.1 gremio ninguno de los dos. Vea, Presidente, dentro de mi religión y mi dogma yo re– chazo y no puedo aceptar la separació'u de la Tglesia del Estado; pero, como Ud. me afirma que es un hecho y que está resuelto a llevar adelante esa reforma en todo caso, no dispongo yo de ningún medio para impedirlo. Tengo que resignarme, limitán– dome a decirle que si Ud. hace la separación en las mismas con– diciones como se hizo en el Brasil, yo le agradeceré mucho y también se Jo agradecerá la Iglesia." Me puse de pie, le estreché la mano y le dije: "-Convenido, Eminencia. Conozco la situación del Brasil por haberla estudiado mediante una larga correspondencia sos– tenida al respecto con nuestro Embajador en aquel pais, don ) 35 (

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