Los constituyentes de 1925

Seminario de Derecho Público tud resuelta en la vida y no ser uno de esos tantos respaldados de la gloria de ilustres antepasados, que concluyen manchán– dola con su incompetencia. El pasado de la familia Edwards le va a servir como ejemplo y estímulo. Nada más". (G. Feliú C.-"Elogio de don Agustín Edwards".-pág. 10). La Cámara de Diputados lo recibe con cierta severidad. La juventud del nuevo miembro desentona en medio de tantas cabezas seniles. No obstante, pronto consigue el joven Edwards uarse a conocer en lo que vale. Su personalidad acozedora cau– tiva a todos, honrándolo con el cargo de Vicepresidente de la Cámara (1902-1903). Aunque como orador su actuación no fué descollante, su lah<•r en las comi2iones fué siempre útil. En 1903 fué Ministro de Relaciones Exteriores. Ocupó la misma cartera en 1906, teniendo, además, accidentalmente, la de Interior. Su actuación ministerial fué destacada y eficaz. De importancia internacional fueron ias gestiones que promovió con respecto a la solución de los problemas existentes entre los litigantes de la Guerra del Pacífico. El año 1910 marca el punto culminante de su carrera po– lítica; es presentado como candidato a la Presidencia de la Re– pública. Encarna el espíritu de renovación que abrigan los ele– mentos avan~ados, deseosos de terminar con las estériles lu– chas políticas y de encauzar los destinos de la Nación por ca– mino más firme y seguro. Cuando se tenía fundada esperanza en su triunfo final, renuncia, para evitar complicaciones en las festividades del Centenario de la Independencia Nacional. Es éste un gesto propio de su probidad, ·de su alto concepto del pa– triotismo. En ese mismo año se le nombró Ministro de Chile en Gran Bretaña. Permanece en el cargo hasta 1924. Asume en el mis– mo pa1s el rango de Embajador, durante el gobierno del señor Alessandri. Tenía experiencia en las tar eas diplomáticas, por– que en 1908 babia sido Ministro Plenipotenciario en Italia, Es– paña y Suiza. En Londres le cupo destacada actuación: defendió los in– tereses de Chile durante la Guerra Mundial. Dió a la Legación un relieve nunca igualado y superior al de las embajadas de Feo. J. Rosales y Alberto Blest Gana. Representó al gobierno de Chile en la Liga de las Nacio– nes. Este organismo lo nombró Presidente de la Comisión de Finanzas y, luego, Presiden~e de la Asamblea. Su labor en la Quinta Conferencia Panamericana, r eunida en Santiago en 1923, fué digna del mejor elogio. En 1925, de– fendió los intereses de Chile en la Comisión Plebiscitaria (Ar– bitraje de Tacna y Arica). ) 120 (

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