Heroísmo sin alegría

59 con nada emana el poder, el poder, todo el poder. ¿ Y el comunismo? Cosa de cerdos . Prefiero al jodido y al deschavetado y al aventurero, al descentrado, al vagabundo, al arbitrario y lo coloco arriba, muy arri– ba del animal civil con panza ale~e o doliente; prefiero el paria al gendarme. Lo encuentro más leal con el mundo, sí, más leal con el mundo. Yo estimo que la imbecibilidad me irri• ta y no me irrita. Sin embargo, yo, yo, el hombre paciente, ahorcaria, por estúpi– dos al 99% de los individuos, ¿y al otro 1%?... También lo ahorcaría. ¿Anarquis– ta? Anarquista, pero anarquista del anar– quismo, anarquista. Rabioso y soberbio, trepidante, lleno de cólera helada-amarga, me río de tristeza y me azoto y me escupo como todos los santos antiguos. Amo y odio la época. Entro su alma in– fame con aquel amor-terror-rencor que engendran las mujeres malas y los pueblos enfermos. Me parece la oblícua del espíri– tu. Le encuentro un aspecto que implanta y acerca un silencio de ruidos, un silencio de ruidos que es el más criminal de los silencios. Epoca de química y máquina,

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