Heroísmo sin alegría
25 los lagartos. Mis gentes afrontan su ca– mino, su abatimiento, "humillados y ofen– didos", no por el bruto, por el mundo, "humillados y ofendidos" por demasiado sensibles, por demasiado Quijotes, por de– masiado rurales, sin ser geniales, por de– masiado cerrados a lo definitivo. Fuí tímido y fuí lírico, es decir tropecé con mi alma; como tímido lloré, como li– rico canté, lloré-cantando, canté-llorando arrinconado en la adolescencia; fuí como yo supongo que fueron Dostoiewsky y Pro– ust y Joyce: UN MELANCOLICO. Primero me agarró, por adentro, la igl.P– sia católica, d Seminario, su manotada más pálida y su día domingo en lúgubre, con zapatos escobillados, muy lustrosos, muy pulidos y muy tremendos de afanes. Entónces y ahora, la literatura, el heroís– mo de la literatura, la minuciosidad maca– bra. lle vivido pobre y fuerte, querido y ceñido por dos ojos obscuros y niños de risa, pensativos, ganándome la vida a pa– tadas, sí, a patadas, vendiendo libros, ven– diendo papas, vendiendo mundos a los rotos babosos. Esto me apuntala y me agarrota, pero lo poco contento mío se deduce de lo anterior inmediato. como
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