Los primeros planes intercomunales metropolitanos de Chile
24 En cuanto a la conformación administrativa del país, ella había obligado a una distribución centralizada de los equipamientos y servicios. Para tramitar cualquier documento, los habitantes de las provincias debían venir a Santiago y, a su vez, los habitantes de los barrios debían acudir al centro. Se requería entonces, distribuir "orgánicamente", correos, registros civiles, retenes de carabineros, juzgados, oficinas de impuestos, etc. En materia de vivienda el déficit era muy alto para el Gran Santiago (el incremento había sido de 42% comparando los censos de 1940 y 1952) y se proyectaba con gran intensidad conforme a las proyecciones de población. La densidad bruta de población del Gran Santiago era relativamente baja, si se toma en cuenta el total de la superficie urbana. Sin embargo, la densidad residencial en algunos sectores de la comuna de Santiago y zonas adyacentes superaba los 400 hab/ha, llegando en sectores a 600 y 800 hab/ha. Estas densidades elevadas daban cuenta de hacinamiento en la vivienda, considerando la baja densidad de edificación de los sectores mencionados, donde predominaban habitaciones de uno o dos pisos. En las áreas oriente y sur de Santiago se habían formado áreas residenciales con adecuados servicios de urbanización y edificaciones de buena calidad, gracias, en parte considerable, a la labor de las Cajas de Previsión y por la iniciativa privada, estimulada esta última por la "Ley Pereira". Por el contrario, los sectores norte y poniente habían tenido un auge extraordinario con una edificación de calidad media y en su mayor parte deficiente, existiendo especialmente en las periferias serios problemas derivados de la carencia de servicios de urbanización. Otra parte del esfuerzo constructivo se había dirigido a un reducido polígono del centro comercial y administrativo de la ciudad. Sin embargo, desde el punto de vista urbanístico, muchas de las nuevas edificaciones no cumplían en general con disposiciones racionales de aireación y asoleamiento, a partir de una ordenanza que permitía una densidad de edificación muy alta, en el marco de un alto fraccionamiento de la propiedad. Tras las nuevas fachadas se escondían patios y pozos de luz de reducidas dimensiones, todo aceptado en nombre del “progreso urbano”. Los organismos de previsión eran una herramienta de enorme valor para la remodelación urbana residencial. Varias Sociedades "EMPART" habían construido en la “zona carcomida”, sin embargo, no había sido posible abarcar una mayor diversidad de áreas. La Corporación de la Vivienda (desde 1953), a pesar de poseer facultades legales para expropiar terrenos para sus poblaciones, no había podido utilizarlas en el sector antiguo de la ciudad, ya que la densidad de población existente, siendo relativamente elevada, exigiría desalojar habitantes en mayor proporción que aquellos que pudieran reubicarse en la nueva oferta; esto se sumaba a los trámites legales tras una expropiación a 30 o 40 predios por hectárea, que era la subdivisión predial normal. Sus posibilidades se habían dirigido entonces preferentemente a las periferias, en las proximidades de los centros de trabajo industrial. Así, se observa que eran objetivos de la época promover el saneamiento o erradicación de las viviendas más insalubres ("callampas" expresión utilizada por los técnicos y extraída del inglés norteamericano “ mushroomhousing ”, y no de la jerga popular (Urbina, 1957, p.38) y conventillos); remodelar las áreas del casco antiguo de la ciudad, y también desarrollar los pueblos satélites existentes (Puente Alto, San Bernardo, Maipú y Quilicura), a fin de absorber el futuro crecimiento demográfico y descongestionar las áreas centrales y peri-centrales. Se pensaba ya en la necesidad de crear un “Ministerio de Vivienda y Urbanismo” (Urbina, 1957, p. 46).
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