El derecho a la ciudad y la vivienda : Propuestas y desafíos de la realidad actual: XIII Encuentro ULACAV; V Jornada internacional de vivienda social
el número absoluto de ancianos con problemas, sino todo lo contrario. Pero lo más preocupante de cara a los próximos años no serán los jóvenes viejos, sino el sobreenvejecimiento, los mayores de 75-80 años que, en muchos casos deberán sobrellevar sus crecientes limitaciones físicas en unas viviendas inadecuadas. Previsiblemente, uno de los peores problemas en términos cuantitativos seguirá siendo los derivados de la falta de ascensor y de las condiciones de accesibilidad deficientes, sobre todo si tenemos en cuenta que el sobreenvejecimiento será el aspecto más remarcable de la evolución demográfica de la vejez catalana. Igualmente, la paulatina extinción de los contratos de arrendamientos antiguos, favorecerá el aumento de la insolvencia económica de los mayores que no son propietarios de su vivienda. Con todo, se trata de una problemática actual que se irá extinguiendo con la aplicación de la ley y la defunción de los inquilinos. Por la avanzada edad de muchos de los afectados, es uno de los problemas indudablemente más urgentes que hay que resolver. En cuanto al resto de problemáticas, desgraciadamente, seguirán en el futuro de forma estable, aunque, en términos relativos, con una menor incidencia entre las personas mayores. En ese sentido, el mantenimiento del sistema de pensiones, el mayor peso de los planes de pensiones en las generaciones más jóvenes, la mayor proporción de propietarios y la incorporación de la mujer al mercado de trabajo serán, en buena parte, responsables de la mejora de las condiciones económicas y residenciales de la vejez catalana en los próximos años. CRITERIOS PARA LA INTERVENCIÓN PÚBLICA: ENVEJECER EN LA COMUNIDAD Hablar de vivienda y mayores significa abrir un debate sobre la conveniencia de que el anciano haga una vida autónoma e independiente, o de que se promueva su institucionalización, su ingreso en un centro. El proceso de envejecimiento va acompañado de una paulatina disminución de las condiciones físicas y psíquicas, con especial intensidad en los grupos de más edad (el llamado sobreenvejecimiento o cuarta edaá). Este deterioro va limitando las capacidades de llevar una vida completamente independiente, hasta derivar en situaciones de dependencia y discapacidad que, lógicamente, requieren que el afectado deba tener una ayuda asistencial que le permita realizar las tareas diarias. En ese contexto, la expresión envejecer en la comunidad 1 significa cubrir las necesidades asistenciales de las personas mayores frágiles a fin de que puedan seguir viviendo en su propio hogar, o bien en una vivienda adecuada, de modo que se evite su ingreso en un centro especializado, es decir, su institucionalización. La opción de las personas mayores de envejecer en su entorno 2 es, a priori, la mejor solución para respetar la dignidad, la voluntad y la independencia de la persona. Como bien dicen Castells y Ortiz (1992, p. 83), el desarrollo de una buena política de vivienda para la tercera edad se perfila, pues, como requisito previo e indispensable para alcanzar el objetivo de mantener los ancianos en su propio hogar. Uno de los principales motivos para defender el mantenimiento del anciano en su entorno, además del respeto por su deseo y otros de índole económica, son las consecuencias de la institucionalización. Ésta comporta la pérdida de la independencia funcional, una reducción drástica de la intimidad y un grave desarraigo físico y psicológico. Lógicamente, estos efectos provocan en el interno una sensación de confusión, desorientación y depresión que incide directamente en su comportamiento y su salud. Para Guillemard (1992, p. 50), considerando que todas /as colocaciones de personas de edad avanzada supone para ellas un desarraigo de su entorno habitual y considerando que esta des/oca/ización plantea inevitablemente importantes problemas tanto psicológicos como de inserción social y pérdida de autonomía, las políticas de vejez tienden hoy en Europa a hacer hincapié en las ventajas del mantenimiento a domicilio de estas personas. Además, se suman a este motivo socio-psicológico otras razones de índole económica y financiera, como consecuencia de la esperada restricción del gasto público. Por lo tanto, no es extraño que se den frecuentemente, en los casos de institucionalización, el rápido empeoramiento de la salud y la falta de interés en seguir esforzándose para mantener las reducidas facultades que le quedan al interno. 1 Del inglés aging in place. Para ampliar esta cuestión, ver Heumann L. y Boldy D. (1995). 2 Según Trilla (2001 , p. 23), el aumento de la autonomía residencial de las personas mayores es un rasgo que caracteriza las nuevas dinámicas residenciales.
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