Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau

TRES REFORMADORES inspeccionar al campo de nuestras representa- ciones si queremos verdaderamente no equivo- carnos, para evitar el error. Mirar en nosotros, separar lo obscuro de lo claro, lo confuso y lo distinto, y no aceptar sino lo claro y distinto, de tal modo que esté tanto y al mismo título en la mano de nuestro arbitrio no equivocarnos al es- pecular como no pecar al obrar, he aquí el arte de infalibilidad que nos debe enseñar el criterio de las ideas claras (b) . Siempre, en el límite, una ciencia instantánea ; a lo menos una cien- cia fácil y expedita, que será tanto mejor cuan- to ~ás lue go sea levantada y por menos obre- ros. ¿ No basta uno solo? Si tuviera la como- didad de hacer todas las experiencias que nece- sita, ¿ Descartes mismo no terminaría, después de haberlo fundado de nuevo, el cuerpo entero de la sabiduría? ¡ Ah 1, no hay tiempo que per- der, es un hombre apremiado (como todos los modernos) . Siempre que logre arrebatar a la muerte algunas decenas de años, quedará he- cha su gran obra, de la cual depende la felici- dad y la perfección de la humanidad. En todo caso, no se necesitarán más de dos o tres. siglos, como tenemos ahora el gusto de verificarlo. ( b) " Para alcan1ar la v erdad, dlrll Malebranche, basta poner a t enclOn a las Ideas c lar&.B, que cada uno encuentra en sf mismo". (Recb. de la vt!rlte, I , 1.) . Talne (Anclen JUslm• . UI, 1) , cita e llt& true como caracte'l'fettca del eepfrltu c!Utco --dl•amoe con mu eXM!tltud del e■pfrltu cartMlano.

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