Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
t12 JACQUl!S MARITAIN ción, un desorden moral y la decadencia de las voluntades, y grandes catástrofes, y que la ex- posición de las altas doctrinas especulativas tie- ne a me.nudo más eficacia, para la reforma de las costumbres, que las exhortaciones a la vir- tud más sentidas, más higiénicas y más socia- les. Pero, por otra parte, y todas cosas igua- les, por lo demás, e cómo no comprobar también que el poder intelectual y la virtud no marchan siempre juntos) No nos escandalicemos de que tantas almas generosas y sensibles sean de un juicio tan débil, y que tantas inteligencias lú- cidas y sabias sean de una moralidad tan débil, que haya tanta gente virtuosa no lo suficien- temente astuta y tanta gente astuta sin virtud. Una vez supuestas como conocidas las grande, · verdades especulativas que comandan nuestra conducta, la rectitud de nuestro juicio práctico, en lo que concierne al "uso" moral de nuestra propia actividad, depende no de la perspica- cia de nuestra razón especulativa y de la pro· fundidad de nuestro saber, sino de la rectifica- ción d e nuestra voluntad con relación a nues- tros fines persona les, que son los principios par- ticulares de nuestras acciones; y esta rectifica- ción puede ser perfecta en un hombre que juz- gue muy ma l del papel de la autoridad del Es- tado, o de la distinción de la e sencia y de la exis- tencia, o de la validez d el silogismo en "darap- ti" o en "baralipton", o de la purgación de las pasiones por la tragedia, todas cuestioneB qu~
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