Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau

TRES REFORMADORES 49 Láncenle basuras al rost ro, para hacerla fea. Ea y debe aer ahogada en el bautismo . . . Merece- ría, la abominable, que la relegasen en el lugar más sucio de la casa, en los retretes." El desprecio de Lutero con respecto a la ra- zón está de acuerdo, por lo demás, con su doc- trina general sobre la naturaleza humana y so• bre el pecado original. Según Lutero, el peca· do vició la esencia misma de nuestra naturale- za, y este mal es definitivo; la gracia y el bau- tismo cubren pero no borran el pecado origi- nal. Se podrá, a lo sumo, conceder a la raz6n un papel práctico en la vida y en las transaccio- nes humanas. Pero es incapaz de conocer las verdades primeras : toda ciencia especulativa, toda metafísica es un cebo : ommea acientiae apeculativae non sunt verae . . . acientiae, sed errores; y el uso de la razón en las materias de la fe, la pretensión de constituir, gracias al ra- zonamiento y sirviéndose de la filosofía, una ciencia coherente del dogma y del dato revela- do, en fin, la teología ta l como la entendían los escolásticos, es un abominable escándalo. En una palabra, tomando de una manera groseramente literal y completamente en con- trasentido los pasajes en que los autores espi- rituales hablan de aniquilamiento de las facul - tades naturales, corrompiendo el pensamiento de Tauler y de los místicos alemanes como los textos de San Pablo del Evangelio, este cristia- no putrefacto declara que la fe. es contra la ra-

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