Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau

.u J A CQUE S M A R I TA./,' . te, no una parte . Así cada persona individual, tomada como individuo parte de la ciudad, per- tenece a la ciudad y debe, si ea necesario, sacri- ficar su vida por ella. Pero tomada como perso- na destinada a Dios la ciudad es para ella, yo entiendo para el acceso., a la vida moral y espi- ritual y a los bienes divinos, que ea el fin mismo de la personalidad; y la ciudad no tiene verda- deramente su bien común sino mediante este or- den. Así el cristianismo mantiene y refuerza la armadura moral y las jerarquías de la ciudad ; no ha denunciado el estado de servidumbre co- mo contrario de suyo al derecho natural . Pero llama al siervo como al amo al mismo destino sobrenatural y a la misma comunión de 101 san- tos, hace de toda alma en estado de gracia la re- sidencia de Dio• vivo, nos enseña que las leyes injustas no son leyes, y que hay que desobede- cer a las 6rdenes de príncipe cuando son contra- rias al mandato de Dios . Funda el derecho y las relaciones jurídicas, no sobre la libre voluntad de los individuos, sino en la justicia respecto de los hombres. Digamos que la Ciudad cristiana es tan profundamente antiindividualiata como pro- fundamente personaliata. E.ata di~t inción del individuo y de la perso- na, aplicada a las relaciones del hombre y de la ciudad, con tiene, en·el dominio de los principios metafísicos, la solución de muchos proble~ sociales. Por una parte -y esto exp1ica lo cons- titutivo mismo de la vida polltica-, si el bien

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