Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau

TRES REFORMADORE S 207 bre de la naturaleza, me parece tan bueno, tan sensato, tan legítimo ... " - "Si me equivocase en mis resultados, nada sería más sorprenden- te que la seguridad de alma con la cual me he entregado a ellos... (d)-. "Bien sé, le decía Diderot, que hagais lo que hagais tendréis siem- pre el testimonio de vuestra conciencia . tLa piedad de Juan Jacobo puede necesitar del auxilio de un Dios transcendental? El vica- rio saboyano "conversa" con Dios, pero "no le ruega" . "No le pido... , el poder de hacer bien: t por qué pedirle lo que él me ha dado?". O bien cuando Rousseau ora, es como los ángeles que alaban a Dios alrededor de su trono (e) para decirle: "Que se haga tu voluntad", a menos que no sea para exclamar como le dice M. Mas- son que ve en tal fórmula la oración-tipo de Juan Jacobo : "¡Oh Dios, ven a mí, háblame, consué- lame y merece que yo te proclame!". Comprendamos sobre todo cual es, en la re- ligión rousseauniana el fin último del hombre. Llegar a ser uno con Dios, sí, indudablemente. Pero no por haber sido elevado por Dios a una participación de su vida, fijado en él por la vi- sión de su esencia. Al contrario, por absorción, por reabsorción en nosotros de la Divinidad. Yo, yo, divino yo, siempre yo, Juan Jacobo qui~re siempre en sí la beatitud : "El supremo goce está (d) Conf ., I , VTII. (e ) lll, Lettre de la Monragne.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=