Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau

200 JACQUES MARITA/i; . tramos en el mundo algún principio que depen- da del rousseauísmo, sabremos que este princi- pio no es un principio nuevo, un principio jo- ven que podríamos sentirnos tentados de asu- mir cristianizándolo, sino que es un principio antiguo que se está deshaciendo, que es un cris- tianismo delincuescente y corrompido; y lo re~ chazaremos, porque no hay nada más absurdo que querer reunir y conciliar una forma viva y su corrupción. Comprendátnosle pues, el fermento evan- gélico, que la mujer lista oculta en tres medidas de harina, y que hace levantar toda la masa, só- lo la Iglesia sabe conservarlo puro. Cualquier otro lo altera manejándolo sin prudencia, y es una cosa terrible manejar sin prudencia las ener- gías de un fermento divino . Cristo no p'uede ser separado de su Iglesia. El cristianismo no está vivo sino en la Iglesia; fuera de ella muere, y como todo cadáver entra en deliquescencia. Si el mundo no vive del cris- tianismo que vive en la Iglesia, muere del cris- tianismo corrompido fuera de la Iglesia. De nin- guna manera puede evitarlo y deshacerse de él. Mientras m4s reniega la raza humana de su Rey, más duramente la gobierna. 17.-El examen de las concepciones religio- sas mismas de Rousseau permite determinar fi. liaciones muy sugestivas. No es inútil reconocer las doctrinas, o por lo menos las tendencias, que

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