Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
16 /ACQUdS MARITA.IN libera, en que la libertad cristiana se revela a él. (Qué ve en el Evan¡clio y en San Pablo? Pre- cisamente lo que tomamos ha ce un instante por una confcsión desesperada : la concupiscencia es invencible. Denunciación pesimista del hom- bre, prefacio del abandono optimista de Juan Jacobo, y de la falsa sinceridad del asceta inmo- ralista. Lu te ro identifica la concupiscencia con el pee.a.do original. El pecado origina l está siem· pre e n noso tros, imborrable, nos ha hecho radi- ct1lmente malos, corrompidos en la esencia mis- ma de nuestra naturale za. Dios, al da rnos su Le v , nos ordenó lo imposible. Pero he ahí como el Cristo ha pagad~ por nosotros, y como au jus- t icia nos recubre. El es iu11to en lugar nuestro . La jmtificación es exterior a nosotros, que se• guimos siendo pecado hasta la méclula ; ella no infunde en noaotro~ una vida nueva que sea ver- d.Aderamente nuestra, nos cubre solamente co- mo un manto. Para ser aalvados, no tenemos nAda que hacer. Al contrario, querer cooperar a la Acci6n divina, es carecer de fe, rene¡iar de la "ªnRre de Cristo y condenarse. Desde ese momento, "el cielo se abre". ¡ Adi6s tormentos y remordimientos! Inutilidad absoluta de lu obras, salvaci6n por la fe sola, es dec ir, por la confianza en Cristo. Pecca fortiter, et crede finnim. Peca como hombre valiente y cree más firmemente atin, serás salvado. ¡\hora Lutero tiene una doctrina, ahora es jefe de escuela. m""'stro y profeta, puede atraer
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