Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
TRES REFORMADORES narios "Diálogos", escritos al final de su vida, no son sino una transposición laica de los erro- res de Molinos y de Mme. Guyon; desarrolla en ellos, por su propia cuenta, una curiosa doctri- na de la "no resistencia" absoluta a los impul- sos del Sentim~ento, una doctrina de la pasivi- dad total, condición de la plena expansión de la Bondad primitiva, que es todo un quietismo de la naturaleza. Confiesa entonces que "Juan Jacobo no es virtuoso" -y esta mismo confesión es para él una liberación, que le abre la santidad, como había sido para Lutero la confesión de que la concupiscencia es invencible (Es verdad que es la sociedad de los hombres la que, poniéndolo en "situaciones violentas", es culpable de las faltas cometidas por un corazón tan bueno)-. Confiesa que Juan Jacobo, "el indolente Juan Jacobo", es "esclavo de los sentidos" (agregan- do, por lo demás, que "el hombre sensual es el hombre de la naturaleza, el hombre razonador, el de la opinión: éste es peligroso, el otro no puede serlo jamás, aun cuando cayese en el ex- ceso"). Pero si deja de envolverse en virtud, si abandona sus pretensiones de otro tiempo a una moralidad estoica, es que tiene algo mejor que la virtud, "es bueno". es "el hombre primiti- vo". Más que nunca tiende al bien, ya que todo su secreto consiste en oponer a las inclinaciones momentáneas que nos extravían (y contra las cuales, por lo demás, no es cuestión de luchar
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=