Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
142 /A CQUES MARITAi,\' mis días en esta espantosa proscripción, sin pe- netrar jamás el misterio de esto" (a) . Pues bien, perdona, no responde ya a sus detractores, se muestra generoso con David Hu- me, no hace sino llorar por sus males, por "las buenas obras que no le han dejado hacer" (b), por su bondad sin segunda. Bernardin de Saint- PiP-rre se maravilla d e L, sencillez y de la paz de su h ,1milde hogar de la c., lle Platriere. Desinte- · re:iadc, sobrio, dulce, indulgente, resignado, po- bre y amante de la pobreza, vive retirado; ha renu11 _::ado a frec.uentar a los grandes como al traje armenio; herboriza, ha abandonado com- pletamente el mundo. Sin duda no se ha aban- donado a sí mismo; sin embargo, hay verdade- ramente en él, en ese momento, un reflejo de grandeza y de verdadera bondad. < Qué le ha 1ucedido, en realidad? En realidad, se ha deslizado definitivamente en el sueño; bajo la presión del d olor y de los tormt-:ntos, por lo demás, d ema ~iado reales, mientras qne, por otra parte, la vejez traía un cierto sedante al deseo, la enfermedad mental t~rmina st: obra ; Rou8seau rompió no sólo todo lazo mo1 ,,1 con e l mundo, sino todo lazo psico- lógico con lo real. Der,de ese momento puede tomarse indiferente. él lo cree, por lo menos, a !a;s cosas exteriores, que no son ya nada para él; (a) Rh-et'IN, Octa•o Pa-. (b) lbld. , Sesundo Paaeo.
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