Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
TRES REFORMADORES 133 Nosotros no ignoramos que en nuestros co- razones perversos la virtud, que es obra s6lo de la raz6n, la altiva virtud estoica, es de ordina- rio tentada por la mentira. Pero sabemos tam- bién que la hipocresía ingenua incubada por la sinceridad rousseauiana es al menos tan profun- da y vivaz como la hipocresía disimulada de los fariseos; y, sobre todo, sabemos que la verda- dera virtud, la dulce virtud que es en nosotros obra de la gracia ante todo, expulsa de sí mis- ma, a medida que crece, toda mentira fuera del alma. Sinceridad es la cualidad de todo lo que es puro y sin mezcla. Hay una "sinceridad" de la materia, que no sería perfecta, en el límite. sino en el aislamiento de toda forma, la pura dispersión, la pura potencialidad. Si es verdad que el hombre es hombre por lo que hay de principal en él, es decir, por el espíritu, y que su sinceridad específica, su sinceridad de hombre, consiste en la pureza de la mirada espirhual. por la que se. conoce sin mentira ( también la sinceridad, que no es solamente pureza, sino pureza de un conocimiento dicho a sí mismo o a otro, no puede entenderse propiamente sino en relación al espíritu) , entonces hay que de- cir que esta "sinceridad de la materia", que no~ trae la noche y nos entrega a todas las disocia- ci,mes del sueño. es todo lo contrario de la ver- dadera sinceridad. "Es preciso ser uno mismo" , Juan Jacobo, !"n los últimos años de su vida. gustaba repetir
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