Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau

/32 JACQUES MARITAIN cía, por su sorprendente movimiento lírico que ~espierta al mismo tiempo en nosotrqs, a pesar de nosotros, no sé qué maldita ternura; y es que descarna en nosotros como en él la huma- nidad, y reaviva así la simpatía natural que to- do ser tiene por su semejante. La cuestión es saber si no nos lleva a simpatizar precisamente con las partes más bajas de nuestra alma, y lo que el gusto de los sentidos puede tener en nos- otros de más adulterado. 3.-Lo .propio de Juan Jacobo, su privile- gio singular, es su resignación por sí mismo. Se acepta, y sus peores contradicciones, como el fiel acepta la voluntad de Dios. Consiente en ser a la vez el sí y el no; y lo puede, en la me- dida en que consiente en perder el estado de razón y en dejar vegetar tal cual, lo~ trozos se- parados de su alma. Tal es la "sinceridad" de Juan Jacobo y de sus amigos. Consiste en no tocar jamás lo que se descubre en sí en cada instante de la vida, por temor de alterar su ser. He aquí, desde el principio y por definición, todo trabajo moral empañado de hipocresía fa~ risea: ¡'último estado de la salvación sin las obras l Y los malos sofistas que tratan de con- fundir con la "habilidad" de "parecer" lo que se es, el afán de "ser" más fuertemente, e1 de- cir, más espiritualmente, y llevar el inmenso tu- multo de lo q 1 .1e es menos en nosotros, a la ley de lo que es más.

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