Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau

126 ./ACQUES MARITAJN en el curso de los acontec1m1entos, nos sería necesario, para hacerlo con cer~eza, formar par- te del Consejo del soberano Plasmador, o ser iluminados directamente por él. Por eso es que entregar a los hombres la filosofía de su historia es un oficio propiamente "profético": Herder y Quinet lo sabían bien, cuando subían sobre su trípode; y ea aimmbroso comprobar también hasta qué punto el siglo XIX, que parece en un principio el siglo de la ciencia positiva, fué, co- mo iluminado por los Filósofos de la Historia, un siglo de profetismo. El filósofo que se resigna a no ser ya "más que un hombre", así como dice Descartes lan- zando una flecha a los sagrados teólogos, no tratará, pt~en, de la filosofía de la historia, sino con la conciencia de lo inadecuado de sus me- dios con respecto de la materia considerada. Y si se eleva por sobre el simple empirismo racio- nal, que se limita a la comprobación de las cau- sas próximas, y que tiene menos relación con la filosofía que con la ciencia política, no espe- ra llegar a conclusiones ciertas, al interpretar la historia humana, sino en la medida en que los acontecimientos que juzga reciban su forma de la historia de las ideas y participen así de su inteligibilidad, porque ahf, en la determinación de las corrientes intelectuales, las necesidades lógicas y la gignificación objetiva de los concep- tos pueden exponerse a juicioi ab-:olutaml!TJte seguros del espíritu,

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