Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
TRES REFORMADORES 121 cuya substancia y virtudes dependen de prin- cipios muy diferentes, y se originan en el doble tesoro antiguo y cristiano. Si el cartesianismo se apegó a la hermosa razón obrera del siglo de Luis XIV, no fué para convertirse en su pará- sito. No fueron ni Racinc, ni La Fontaine, ni Boileau, fueron sus adversarios quienes succio- naron la leche de Descartes: Perrault, que es- cribía seriamente: "Platón es juzgado, no agra- da a las damas", y que animaba el sexo contra Boileau; ("Tranquilícese, decía Racine a su amigo, usted ha atacado un cuerpo muy nume- roso y que no es sino lengua; la tempestad pa· sará") -los señores que Racine llamaba al reJ· peto de la antigüedad: "Aconsejo a estos seño- res no decidir tan a la ligera sobre las obras de los antiguos. Un hombre como Eurípides, me- recería por lo menos que se le examinase ; puec- to que tenían deseos de condenarlo, debían re- cordar estas sabias palabras de Quintiliano: Mo- deste tamen et circumapecto judicio de tantis viria pronuntiandum est'·-; los "Hurones" y los "Topinambus" de la Academia, que ponían en peligro el depósito clásico ("Basta decir que allí se opina en pantuflas contra Homero y con· tra Virgilio y, sobre todo, contra ti buen senti- do, como contra un antiguo, mucho más anti- guo que Homero y que Virgilio . .. "). (a) . (a) Carta de Bollea u "' Brossette (ed. Berryt RRlnt.Prir. t. Jll, pis. UO,
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=