Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
TRES REFORMADORES 119 de los espíritus puros -país esencialmente cos- mopolita, es necesario decirlo-, ha caído a tie- rra y ha germinado bajo el clima nuestro. Sé que el triunfo del cartesianismo en Fran- cia marcó la primera grieta de nuestra casa, le- vantada desde hacía poco tiempo, y azotada por todos los vientos de Europa. Sin embargo, mu- cho más que la ideología del siglo XVIII, com- pletamente contaminada de influencias, primero inglesas, luego germánicas, el cartesianismo es- tá hecho a imagen, no del espíritu francés, me guardaría bien de declarar tal simpleza, sino de ciertas deformaciones típicas contra las cuales debemos mantenernos en guardia ; a imagen no tanto de lo que es vida y medida en nosotros, sino sobre todo de lo que es exceso y debilidad. No toleramos que se le designe como proto- tipo del pensamiento francés: conserva aún mu- cho de su fuerza nativa, pero ahonda y tiende sus rasgos hasta la mueca. No tengamos tampo- co la ligereza de ver en él, con M. Lanson, el principio animador de nuestro arte clásico. So- bre este punto Brunetiere tenía razón: "La in- fluencia del cartesianismo en el siglo XVII, es una de las invenciones, de los errores con los cuales Víctor Cousin infestó en otro tiempo la historia de la literatura francesa" (a) . Por eso la influencia directa de un sistema filosófico so- bre las artes es siempre muy esporádico y muy
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