Tres reformadores: Lutero - Descartes - Rousseau
l 10 J A C QUE S MARI TA IN tfs y de todas las miserias de una experiencia su- ficientemente humillante, esta reivindicación, cuyo formulador escolástico fué Kant, pero cu- yos orígenes son mucho más profundo3, sigue siendo el principio secreto de la disolución de nues~ra cultma, y del mal del cual el Occidente apóstata quiere morir. La antigua filosofía conocía la nobleza de la inteligencia y la naturaleza sublime del pen- samic"'to. Sabb que tomada en el e9tado puro, y desprendida de toda noción extraña a su no· ción formal, ella no se realiza plenamente sino en Dios infinitamente santo. Sabía que, si la in- teligencia humana es la última de las intelijlen- cias, participa a pesar de todo de la vida y de la libertad propian del e3pÍritu, que, si ella depen- de de los sentidos, es sólo para aacar de ellos con qué sobrepasar todo el universo sensible, que, ni depende del objeto que la mide, es para surgir en acción espontánea, y llegar a ser toda cosa, que, si depende del ser que la fecunda, es para conquistar el ser mismo y no descansar sino en él. Cuesta rechazar estas verdades. Lo que mide tiene como tal lo que es medi- do bajo su dominación total, le impone su espe• cificac:ón, lo mantiene ligado y sometido. Por· que no comprende ya su propia vida de espíri- tu creado, que; interiorizando en sí su medida, encuentra su verdadera libertad en esta sumi- sión, y porque quiere para sí mismo una libertad absoluta e indetermin~da, es natural. que el pcn-
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