La realidad médico-social chilena

- 116- neral se observa en individuos de la burguesía y aristocracia. Es rarísi- mo un proletario cocainómano o morfinómano; generalmente, cuando se produce, es un toxicómano de las otras clases sociales el que no sólo lo inicia sino le mantiene el hábito. Los individuos de la burgueSIÍa y, especialmente, de la aristocracia son los cultores hábituales del alcaloidismo porque en ellos, el factor individual- la fialta de voluntad, sensación de irresponsabilidad y miedo a la vida- toma ciertas características intelectualizadas, imaginativas, cuya regulación concuerda mejor con el tipo de excitación, o falsa vi- talidad que dan los alcaloides . Por otra parte los alcaloides son substancias caras y su adquisición habitual es clandestina, lo que necesita una organización de compra y venta cuya ilegalidad la hace más cara aún . Sólo gente de cierta sol- vei.cia económica puede, por lo menos al iniciar el hábito, ingresar a la · cofradía del alcaloidismo . La clandestinidad, de adquisición y consumo, lo especialmente ver- gonzante que se considera al cultor de la cocaína, de manera que hay muchos que jamás confiesan su hábito y, otros, casi todos, · que engañan respecto a dosis y estado de intensidad de intoxicación en que se encuentran, hace muy difícil el control, tratamiento y estadística de ellos cor, las armas legales y de readaptación que actualmente tenemos. Los que se ponen en tratamiento, o lo hacen por su cuenta, esca- pan al control estatal, en clínicas privadas que generalmente no llevan .una estadística en buena forma. Además, como los médicos no tienen obligación de denunciar las toxicomanías, se cierra el ciclo de las circuns- tancias que no nos permiten tener un censo preciso de los to!lticómanos. Para nuestras afirmaciones, pues, tenemos que contentarnos con de- claraciones cuyo valor deriva de ser el fruto de la experiencia corre- lacionada de varios especialistas y durante varios años. Resumiendo, podríamos decir que el número de morfinómanos y co- cainómanos que se pone en tratamiento es escaso y lo corriente, por ser empujado por vendedores de drogas o amigos proselitistas, es que vuel- van a recaer. El número de cocainómanos que se ponen en tratamiento es 10 veces menor que el de morfinómanos. De los habituales a las drogas podría decirse que en general el 50 a 60 por ciento de los morfinómanos tienden a ponerse en tratamiento aunque por las malas condiciones de la readaptación posterior, generalmente fracasan. De los cocainómanos sólo el 5 a 7 por ciento buscan expontáneamente el tratamiento liberador y precoz. El número de cocainómanos es 4 a 5 veces ·mayor que el de morfinómanos. Lo que hace grave el problema del alcaloidismo es el afán proseli- tista de sus cultores y la correlación que por tal camino tiene _con las fuentes de prostitución, con la extensión del alcoholismo y con la delincuencia, por la pérdida del sentido de responsabilidad so- cial y respetabilidad persoI1al que producen las drogas y la tendencia a eonseguirse el tóxico a cualquier costo. Por estas ttüsmas razones, si el 1 11 -

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=