Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor

73 hermanos, o de los reveses de una guerra que tiene el funesto carácter de civil. ―Ciudadanos, esta indolencia es criminal; ella se resiente de los síntomas de nuestro antiguo sistema y es menester desterrarla para siempre de una sociedad de hombres que ha jurado tantas veces ser libres o morir. Nadie, nadie debe dejar de otro el deber sagrado de defender su vida, sus propiedades y el sistema de libertad que él mismo ha establecido. Los ancianos, las mujeres y los niños están dispensados por la naturaleza; la ley no excluye a ningún otro. ―Corred, pues, ciudadanos de todo estado y condiciones; presentaos en el Ejército de la República con vuestras armas; buscadlas si no las tenéis, ahorrando al Gobierno unos pasos que pueden detener el curso de providencias más importantes. Venid a reparar los males del fanatismo y la ignorancia. Dejad vuestros hogares un momento, si queréis conservarlos el resto de vuestra vida. Yo os hablo, ciudadanos, con la seguridad que me inspira la confianza que me dispensáis. Yo que he respirado al tiempo de nacer el aire que circunda a Caracas; yo que, fugitivo de la tiranía, he trabajado en países lejanos por seros útil; yo que he conducido a muchos de vosotros a la victoria, os convido a este sacrificio voluntario de vuestro sosiego. ―Marchemos, compañeros míos, a Coro, Maracaibo y Guayana. Destruyamos estas madrigueras de bandidos que infestan el país de los hijos primogénitos de la libertad colombiana. Después descansaremos; después nos abrazaremos mutuamente; el padre, el hijo y el esposo renovarán los dulces vínculos de la naturaleza y el amor, interrumpidos por las urgentes necesidades de la Patria. Ella os llama, ciudadanos, y a su voz, la más imperiosa que las conscripciones y alistamientos forzados que dicta la ley, resuena en vuestros corazones. Escuchadla y obedecedla; tomad las armas; abandonad por algún tiempo vuestros intereses particulares; corred al asilo de ala libertad armada y no volváis a vuestros hogares hasta haberla dejado firmemente establecida. Cuartel General de Maracay, 28 de mayo de 1812‖ 93 . 93 Ibídem, p. 457.

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