Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor

70 ―Con estos auxilios, podemos seguramente decir que llegó el día por fin, en que recobrando nuestra América su soberana independencia, podrán sus hijos libremente manifestar al universo sus ánimos generosos. El opresivo insensato gobierno que oscurecía estas bellas cualidades, denigrando con calumnias nuestra modestia y carácter, consiguió también mantener su abominable sistema de administración por tres siglos consecutivos; mas nunca pudo desarraigar de nuestros corazones aquellas virtudes morales y civiles, que una religión santa y un código regular inculcó en nuestras costumbres, formando un honesto índole nacional. ―Valgámonos, pues, de estas mismas estimables prendas, para que expelidos los pocos odiados agentes del gobierno de Madrid, podamos tranquilamente establecer un orden civil necesario a la consecución de tan honorable empresa. La recuperación de nuestros derechos como ciudadanos y de nuestra gloria nacional como americanos colombianos, serán acaso los mejores beneficios que recojamos de esta tan justa como necesaria determinación‖. A continuación, Miranda establece uno de los principios fundamentales del nuevo régimen político que habría de establecerse con la independencia: la igualdad de derechos. ―Que los buenos e inocentes indios, así como los bizarros pardos y morenos libres, crean firmemente que somos todos conciudadanos, y que los premios pertenecen exclusivamente al mérito y a la virtud, en cuya suposición obtendrán en adelante, infaliblemente, las recompensas militares y civiles por su mérito solamente. Sigue una alusión a los pueblos que han sacudido la dominación extranjera y han logrado establecer regímenes independientes, y una exhortación a tener la voluntad de avanzar hacia la libertad en unidad. ―Y si los pueblos holandeses y portugueses pudieron en otro tiempo sacudir el yugo de la opresora España; si los suizos y americanos, nuestros vecinos, igualmente consiguieron establecer su libertad e independencia, con aplauso general del mundo, cuando cada uno de estos pueblos separadamente apenas contaba de dos a tres millones de habitantes, ¿por qué, pues, nosotros, que por lo menos somos 16 millones, no lo ejecutaríamos fácilmente?, poseyendo, además de ello, el continente más fértil, más inexpugnable y más rico de la tierra? El hecho es que todo depende de nuestra voluntad solamente, y así como el querer

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