Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor
64 conocida ni sentida sino de nosotros. Nuestros derechos como nativos de América o como descendientes de los conquistadores, como indios o como españoles, han sido violados de mil maneras. No es menester para conocerlos que nos acordemos de las violencias ejecutadas por los visitadores en 1781. De las Capitulaciones de Zipaquirá, tan solemnemente juradas y tan descarada como escandalosamente violadas por el gobierno español: de la ferocidad con que nuestros compatriotas de Santa Fe y Caracas han sido expatriados y conducidos en cadenas a España en 1796 y 1797. Estas violencias son tan comunes que no hay uno de nosotros que no las experimente todos los días. Olvidados para todo lo que nos puede ser útil, la España sólo se acuerda de nosotros para imponernos tributos, para enviarnos un enjambre de tiranos que nos insulten y despojen de nuestros bienes para ahogar nuestra industria, para prohibir nuestro comercio, para embarazar nuestra instrucción y para perseguir todos los talentos del país. Es un crimen para ella el nacer en América. A los ojos de su gobierno, todo americano es sospechoso, incapaz de obtener ningún empleo, hecho sólo para sufrir. ―Con una tierra fertilísima, con metales de toda especie, con todas las producciones del mundo, somos miserables, porque el monstruo de la tiranía nos impide el aprovechar estas riquezas. El gobierno español no quiere que seamos ricos, ni que comuniquemos con las demás naciones por que no conozcan el peso de su tiranía. Ésta no puede ejercerse sino sobre gentes ignorantes y miserables. ―Pero tres siglos de opresión son una lección sobrado larga para enseñarnos a conocer nuestros derechos. Éstos son: la seguridad personal, la libertad, la propiedad, tan esenciales del hombre que vive en sociedad. Mas ¿qué libertad, qué seguridad, podemos tener nosotros, en nuestras personas ni en nuestros bienes, cuando el déspota se dice dueño de vidas y haciendas y cuando sus satélites nos privan de una y otras el día que les da la gana? ¿Cuando la menor instrucción, la palabra más indiferente, una queja vaga en la boca de uno de nosotros, es crimen de Estado que nos conduce irremediablemente a la tortura, a un presidio o a la muerte? ―Compatriotas: El mundo está ya muy ilustrado para que suframos tantos ultrajes; somos demasiado grandes para vivir en una tutela tan ignominiosa. Rompamos las cadenas de esta esclavitud vergonzosa, y hagamos ver al mundo que no somos tan degradados como la España
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