Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor

47 En Turquía, la llegada a Constantinopla, la ciudad que fuera por mil años magnífica capital del helenismo medieval, es descrita por Miranda desde el mar, el día 30 de julio de 1786: ―No se puede dar una cabal idea del grupo bello y grandiosísimo que presenta la ciudad de Constantinopla, Escútari, Calcedonia, Canal, Gálata, Pera, con sus principales mezquitas, minaretes y árboles, que por todas partes se interpolan. Luego, la belleza y extensión del puerto; la multitud de caíques o góndolas que pasan continuamente de una parte a otra, de Europa a Asia; los jardines y serrallo del Sultán, sus quioscos a las orillas del mar...‖ 61 Dos años después de la travesía por tierras griegas, Miranda hace el recorrido por el norte de Italia a Suiza a través de los Alpes, sus alturas y sus valles. Desde Grindelwald, el 17 de septiembre de 1788, el caraqueño andante va a ver uno de los glaciares. La descripción que luego nos da en su Diario nos entrega una idea de la grandeza del panorama. Una nota humana – la cordialidad de campesinos y aldeanos para con el peregrino – cierra las líneas: ―A las seis en pie, y tomé mi guía para ir al glaciar inferior, que distará media legua, sin embargo que parece mucho más inmediato. Pasamos el riachuelo [...] y encontramos la marisma propia del glaciar; pasámosla y llegamos a la gruta de nieva de donde sale el riachuelo, cuya agua, por opuesto, es blanquísima. ¡Válgate Dios, qué inmensos cuerpos de hielo cuando uno se aproxima, que da miedo a la verdad! [...]. De aquí montamos por un sendero que está cerca de las marismas, para ir a ver en lo alto ‗la mar‘ que llaman; y en esto oímos un ruido que hizo resonar toda la montaña, como un fuerte trueno, y que era una avalancha: cosa terrible. En fin, cuando con mis dificultades llegué arriba, vi que el glaciar, en lugar de llanura, formaba ondas como el mar cuando está sumamente agitado, con grietas, etc., que hacen el camino encima casi impracticable. Desde aquí gocé de la completa vista del valle, que es tan ameno y delicioso, formando el más completo contraste que quiera imaginarse. Y cuando me 61 Ibídem, p. 405.

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