Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor
14 hablará más tarde de "la insensata debilidad del Gobierno respecto de la ciudad de Coro", cuartel general de los españoles en Venezuela. A partir de ese mal paso que hoy resulta increíble, todo irá mal para la Primera República. La situación militar empeorará. No hay un ejército regular, sino milicias indisciplinadas. Comienzan las deserciones. El terrible terremoto del 26 de marzo de 1812 sepulta principalmente a las ciudades patriotas y es aprovechado por parte importante del clero para presentarlo como castigo divino a la rebelión del país contra el Rey. El establecimiento del papel moneda encuentra una oposición feroz y aumenta la desconfianza. Las provincias no cumplen sus obligaciones para con el Gobierno central. El panorama de anarquía crece de día en día. "La República estaba, pues, totalmente carcomida en su interior — dice Mijares—, cuando un capitán de fragata, don Domingo de Monteverde, que había llegado a Puerto Rico con alguna tropa de línea para reforzar a los realistas de Coro, obtuvo autorización para avanzar sobre el interior del país. Un indio llamado Juan de los Reyes Vargas se les pasó con las fuerzas avanzadas de los patriotas, en las cercanías de Barquisimeto, y poco después, dos españoles al servicio de la República - José Martí en Guanare y Bernardo Goroyza en San Juan de los Morros, siguieron su ejemplo. Estas traiciones y la inexperiencia de los jefes republicanos, a quienes con frecuencia se les dispersaba la tropa sin combatir, contribuyeron a crear un ambiente de imprecisa desconfianza que en vano trataron de contrarrestar, con prodigios de valor y vigilancia, los escasos oficiales que comenzaban a hacerse veteranos". Este autor estima al terremoto como "la máxima catástrofe, que literalmente parecía abrir la sepultura a la República" 13 . Y de las enconadas divisiones entre los patriotas, dirá Bolívar: "Nuestra división, y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud" 14 . Pero no se quería llamar a Miranda. Por el contrario, se lo aislaba, se lo vigilaba, se lo excluía. "Causa estupor —expresa Augusto Mijares, refiriéndose a cartas de Juan Germán Roscio— observar a través de sus imprudentes desahogos, cómo pudo establecerse un asedio tan minucioso y cruel alrededor de un hombre que tenía cerca de treinta años luchando 13 A. Mijares, op. cit., 205. 14 Simón Bolívar, Proclamas y discursos del Libertador 1811-1830, 17: "Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un Caraqueño", 15.XII. 1812.
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