La tierra de fuego: gente y naturaleza marcadas por el calor profundo

la tierra de fuego 23 34° 57’ 40.2984” S 70° 25’ 56.6796” O Hace menos de un siglo, la tuberculosis mataba como ninguna otra enfermedad en Chile. A fines del siglo XIX era el padecimiento más mortal, y durante la primera mitad del XX aún era una amenaza. Muchísimos chilenos vivían hacinados, con mala alimentación y poca higiene, facilitando el contagio de una enfermedad que requería mucha paciencia para sobrellevarla. Un tuberculoso necesitaba mínimo un año de reclusión, en una época sin antibióticos y sin seguridad social ni licencias médicas. Sin ingresos, los enfermos tendían a volver rápidamente al trabajo, aumentando el contagio. Cuando la tos, la fiebre y la sudoración atacaban, la forma más viable de recuperarse era en un sanatorio. En Chile había varios, pero hubo uno que, en muchos sentidos, se escapó a la norma. Casi abrazado a la Cordillera de Los Andes, y custodiado por un potente flujo de aguas termales y el río Tinguiririca, el Sanatorio Vegas del Flaco fue el único del país que buscó incorporar el uso de termas en el tratamiento de la tuberculosis. Emplazado a 1.730 metros sobre el nivel del mar –cosa rara cuando la norma internacional rondaba los 1.000 m– el sanatorio de cinco pisos y con capacidad para 400 camas se levantó al final de un sinuoso camino cordillerano de tierra –solo transitable en verano incluso hoy– a 80 km de San Fernando. Si el objetivo era que los pacientes no se escaparan, la idea no sonaba mal, pero en verdad, la locación era poco favorable: lejos, alto, y en definitiva, carísimo de mantener. Las autoridades cayeron en cuenta de esto al Sanación de alta montaña Texto: Sofía Otero* / Ilustración: Tite Calvo *Agradecemos a Marcelo López Campillay, Profesor de Historia de la Salud (Programa de Estudios Médicos Hu- manísticos, Facultad de Medicina, PUC), por compartir sus fuentes de información para la realización de este texto. noveno año de iniciadas las construcciones que jamás concluyeron: la obra gruesa costó casi el doble del presupuesto inicial y jamás atendió un enfermo. Hoy el sanatorio está abandonado, a un costado del complejo turístico Termas del Flaco. Sus muros se mimetizaron con el paredón cordillerano; plumas de vapor termal se entrelazan frente a la fachada creando una cortina sobre un edificio que lleva la firma de uno de los arquitectos más emblemáticos de Chile, Luciano Kulczewski (autor del acceso al funicular y el colegio de arquitectos, entre otras). Kulczewski, que trabajó estilos que iban desde el neo-gótico al Art Noveau, dirigía en esa época la Caja del Seguro Obrero, institución que se había adjudicado el goce del terreno de las termas en 1939, año en que se iniciaron las obras del Sanatorio Vegas del Flaco por iniciativa del presidente Pedro Aguirre Cerda, quien dos años después moriría víctima de la tuberculosis. La historia popular justifica el abandono de la construcción por el descubrimiento de la penicilina. Sin embargo, otros sanatorios en Chile siguieron funcionando hasta fines de la década de 1940 y el uso de antibióticos se sistematizó en nuestro país recién entre los ‘50 y ‘60, por lo que la orden de abandonar no debería, quizás, atribuirse tanto a la famosa inyección como a que a algunas autoridades de la época se le fueron los vapores a la cabeza.

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