Ser-humano (cartografía antropológica)

— 97 — presente que gran parte de la energía que trae consigo cada nueva concepción antropológica se debe a su carácter contestatario, justamente porque su nece - sidad imperiosa de plantearse con vigor va aparejada con el enfrentamiento de las concepciones anteriores. La idea de “hombre nuevo” que es, ante todo cristiana, si bien puede tener orí - genes anteriores, en cierto modo resuena en cada concepción antropológica (de las 12 que consideramos). Con la aparición de cada una de ellas escuchamos de alguna forma un clamor profundo que habla de una gran novedad que ha llegado para llevar la historia en una nueva dirección. Muy en particular sucede esto con las primeras 4 concepciones. Esto es así, como ya lo hemos destacado, porque en estas primeras se produce un inquietante desplazamiento del centro: centro en lo cósmico y en lo divino inmanente a él, para el homo sacer ; centro en el cosmos para el animal racional; centro en Dios para el homo viator ; centro en el ser humano, precisamente para el ser humano como centro . Si hemos interpretado a Descartes en el sentido de que con él se juega más que nada el gesto de la duda, a través de ello el hombre se irá centralizando cada vez más en sí mismo. En verdad, hay que esperar hasta Kant para asistir a una plena constitución del ser humano como centro. Ello corresponde a lo que ex - presa el así llamado “giro copernicano” formulado en los Prefacios de la Crítica de la razón pura . Kant plantea allí que en el orden del conocimiento es el sujeto el que regula al objeto y lo modifica en el acto de conocer. Con ello el hombre pasa claramente a ser el centro de la realidad y del mundo. Todo lo que es está sometido a la regulación que ejerce sobre ello el sujeto cognoscente; así, por ejemplo, según se verá más tarde en la historia: los colores. Con Kant tomamos conciencia que lo que llamamos “realidad” es nada más que lo que resulta de ciertas condiciones dadas por el sujeto –por su sensibilidad y entendimiento– en el acto de conocer. Mas, el alcance que tiene el hombre como centro irradia mucho más allá de lo que es de orden estrictamente cognitivo. Ello tiene que ver con conceptos com - pletamente afines a la mencionada centralidad: autonomía y libertad. Por de pronto, el propio pensamiento kantiano corresponde concebirlo como un pen - samiento de la autonomía en todos sus ámbitos: no sólo por haber fundado una moral autonómica en oposición a la moral heteronómica tradicional, sino por - que el giro copernicano supone también la constitución de un sujeto autonómi - co, regulador del objeto en el orden del conocimiento. Y, junto con la autonomía, lo que se juega con el ser humano como centro es la libertad. Ella comienza con el gesto cartesiano de la osadía de la duda y se expresa en la modernidad, desde ahí en adelante, como un proceso de liberación de distintas estructuras y códi - gos en política, arte, ciencia, religión, y otros. En todo ello está siempre replicán - dose, de los más diversos modos y formas, el ser humano como centro. Ello se refleja en la superación de la monarquía y el advenimiento de la democracia, en

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