Ser-humano (cartografía antropológica)

— 95 — Y para que el hombre como centro, en verdad, se asuma como cabalmente his - tórico, tiene que esperar recién hasta el siglo XIX. El catedrático Manuel Cruz de la Universidad de Barcelona en su Filosofía de la historia dice lo siguiente al res - pecto, atendiendo a múltiples perspectivas acerca de cómo entender la historia: “Porque, de hecho, sabemos que una reflexión científica, sistemática, acerca del porqué de los hechos históricos, apoyada en técnicas y procedimientos creados y dirigidos a responder a esa pregunta, es cosa reciente, apenas comenzada en el siglo XIX. Pero no es menos cierto que desde mucho antes puede hablarse de un saber histórico, de una conciencia de lo histórico y de diversas formas de intentar dar cuenta del devenir, ámbitos todos ellos donde tal vez se encuentre una clave mayor que nos conduzca a la especificidad que andamos buscando. Veamos, si no: ¿qué motivo principal es el que parece repetirse en las diferentes caracterizaciones que, desde la antigüedad, se han hecho del valor de la histo - ria? ¿Qué comparten la advertencia de Brunschigg ‘Si los hombres conocen la historia, la historia no se repetirá’ con la afirmación de Maquiavelo ‘Los historia - dores refieren con detalle ciertos acontecimientos para que la posteridad pueda aprovecharlos como ejemplos en idénticas circunstancias’? ¿O lo que se lee en las primeras páginas de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, ‘Aquellos que quisieren saber la verdad de las cosas pasadas y por ellas juzgar y saber otras tales y semejantes que podrán suceder en adelante, hallarán útil y provechosa mi historia; porque mi intención no es componer farsa o comedia que dé placer por un rato, sino una historia provechosa que dure para siempre’, con lo que sos - tiene Braudel, ‘la historia es una dialéctica de la duración; por ella, gracias a ella, es el estudio de lo social, de todo lo social, y por tanto del pasado; y también, por tanto, del presente, ambos inseparables’? La respuesta podemos hallarla en aquello que Cicerón formuló con la máxima probablemente más clásica: ‘La historia es maestra de la vida’ “ 60 . Mas, para asumir plenamente nuestro ser como esencialmente histórico es ne - cesario a su vez asumir previamente el tiempo como lineal (diríamos tempora - lizar el tiempo como tiempo lineal ) y con ello guiarnos a la vez por la flecha del tiempo, distinguiendo siempre con nitidez entre pasado, presente y futuro. Por ser nosotros herederos del hombre como centro –es más, lo seguimos siendo– hemos continuado ahondando en aquella asunción del tiempo lineal. Pensemos, en contraste con ello, que el homo sacer por miles de años temporalizó el tiem - po como cíclico al modo de una remisión a algún acontecimiento ocurrido en un tiempo inmemorial. Decíamos que podemos representarnos ello como un cuerno. Por de pronto, cabe agregar a la vez que el tiempo cíclico tiene tal poder de determinación que incluso el ser humano como centro, y hasta nuestros días, también celebra rituales de actos fundacionales de la patria, conmemorando el panteón de los héroes. Como plantea Nietzsche en su texto sobre la historia –la Segunda Intempestiva – la mencionada remisión tiene que ver con el estilo 60 M. Cruz, Filosofía de la historia , Barcelona: Paidos, 1996, p. 16. En adelante: Fdh.

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