Ser-humano (cartografía antropológica)
— 86 — se férreamente en instituciones de diversa índole, a saber, ante todo la Iglesia, la educación, la moral y la política. Esta estructuración e institucionalización es a tal punto radical y profunda que estamos todavía bajo las consecuencias de ella. Ello se traduce en una dirección y justificación particular que se le da no sólo a la educación, la moral, la política, el derecho, sino a todos los ámbitos del quehacer humano, incluyendo en ello la economía, el arte, la filosofía, y también por cierto el Estado, la familia, la guerra, los oficios, la salud, y demás. De este modo, el homo viator impregna completa y radicalmente la sociedad a lo largo de dos milenios. Ello importa en lo que atañe a la historia, por cuanto el homo viator logra hacerse histórico y determinar el curso de la historia, como ninguna otra concepción lo ha podido de modo tan concreto y efectivo. Relativamente a esta característica, únicamente son comparables con el homo viator , el animal racional, el ser humano como centro y el ser humano activo. La férrea institucionalización del homo viator a lo largo del tiempo acaba en de - finitiva por enrigidecer a la sociedad medieval sobre todo en su periodo tardío y en particular extendiéndose hasta los inicios de la modernidad. Ello hace tanto más difícil la constitución del hombre como centro, obligando a éste a su vez a radicalizar una relación contestataria con el homo viator . La mencionada institucionalización del homo viator y cómo desde el poder in - temporal tiene éste ingerencia en el poder temporal, se refleja ejemplarmente en el así llamado “Paseo a Canossa” (también peregrinaje o romería a Canossa). Ello alude a la larga caminata del Rey Enrique IV desde Espira (Speyer) en Alema - nia, en las orillas del Rin, hasta Canossa, una fortaleza en el Norte de Italia, con el objeto de rogarle al Papa Gregorio VII que lo absuelva de la excomunión que él había dictado sobre el Rey. La verdad, pienso, sería más justo llamar a este “paseo”, la “Romería a Canossa”, ya que precisamente tiene que ver con un ca - mino lleno de sacrificios y en dirección a un lugar donde se encuentra el máximo representante de la Iglesia, el Sumo Pontífice 54 . El Rey con una pequeña corte cruza Los Alpes en pleno invierno para llegar hasta allá, y el Papa Gregorio VII, por suponer que Enrique lo ha de atacar, se refugia en la Fortaleza de Canossa (que pertenece a la Marquesa Matilde de Canossa). Luego de instalarse la pequeña corte en carpas a unos kilómetros de distancia de la Fortaleza, el Rey se dirige solo hasta allá, mas el Papa no lo recibe y da órdenes de que no le abran las puertas. Enrique permanece allí, clamando clemencia, descalzo sobre la nieve, tres días y tres noches. Solamente por la intercesión de Matilde y del Abad de Cluny, Ugo, finalmente el Papa accede a recibirlo y des - pués de escuchar al Rey, deja nula la excomunión. Lo que suscitó este “Paseo a Canossa” tiene que ver primero con el así llamado 54 1000 Jahre. Meilensteine der Weltgeschichte (1000 años. Hitos de la historia universal) , Köln: NGB, s/a, p. 16-17.
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