Ser-humano (cartografía antropológica)

— 67 — Y así como ya observábamos rasgos teológico-negativos en Jenófanes, así tam - bién en el Fragmento 32 en atención a la justificación de llamar y no llamar a lo Uno (el logos ) con el nombre de Zeus: “Uno, lo único sabio, quiere y no quiere ser llamado con el nombre de Zeus” (Lfp, B 32). 2. El logos en su manifestación física en tanto fuego. Heráclito: “Este mundo, él mismo para todos, ninguno de los dioses ni de los hombres lo ha hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto fuego siempre vivo, encendiéndose con medida y con medida apagándose” (Lfp, B30). Como observamos, en ello también se plantea la concepción de un cosmos eter - no, respecto de lo cual cabe decir que constituye una impronta del pensamiento griego. Sea que se trate del cosmos físico propiamente tal, como de su quin - taesencia dada por el ser (Parménides) o la idea (Platón), o de un cosmos que eternamente coexiste con Dios (Aristóteles), en la filosofía griega no se admite la posibilidad de un cosmos o naturaleza finita. Para el conjunto de la filosofía griega vale por de pronto el legado más antiguo de la filosofía occidental: el primer fragmento de Anaximandro: arjé to ónton to ápeiron (“el origen de todas las cosas es lo ilimitado”) como también la sentencia parmenídea (expresada en latín): ex nihilo nihil fit, de la nada, nada se hace (y ello en contraste con el posterior presupuesto del homo viator de la creatio ex nihilo , la creación divina a partir de la nada, justamente en lo cual se manifestaría el poder absoluto de Dios: puede aún hacer algo a partir de nada). 3. El logos humano, que nos determina a nosotros. En este tercer nivel encontramos claramente un anticipo de la concepción del animal racional, que formulará posteriormente Aristóteles. Y es precisamente en Aristóteles en quien se acentúa nuevamente el cosmocentrismo, como en los orígenes de la filosofía. Por ejemplo, Aristóteles al concebir la justicia en la Ética a Nicómaco , Libro V, la entiende en primer lugar como equidad y respec - to de ésta encuentra una base en la proporcionalidad que hay en los procesos cósmicos, en el cambio y el movimiento. Así lo observamos en la relación entre agente y paciente. Por ejemplo el agente le suministra tanta agua como puede recibir la planta, ni demasiado ni muy poco, ya que de ese modo ella moriría. Y así, agreguemos: el agente del sol le da tanto calor y luz al paciente de la Tierra como ésta puede recibir. En otras palabras, los parámetros de la justicia radican en los procesos cósmicos. En lo que atañe a la constitución del animal racional es ante todo ejemplar la fi - gura de Sócrates. El filósofo argentino Adolfo Carpio presenta de modo acertado a Sócrates como quien emprende la “lucha por el concepto”. Podríamos decir

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