Ser-humano (cartografía antropológica)

— 180 — Nuevamente vemos aquí cómo lo incomparable nos puede determinar e iden - tificar, e incluso en lo más íntimo de nuestro ser. Es más, ello es propiamente lo que nos humaniza. Ahora bien, si esto se da en lo cercano, en lo familiar, en lo que atañe a nuestro ser humano consciente, se trataría que se diera en la amplitud del ser, que se diera respecto del ser humano al menos como habitante del Planeta. Sin duda lo que antes destacábamos del modo cómo Agamben entiende lo sacro (recor - demos en términos de una separación de algo que reconocemos que no está a disposición) nos ayuda a entender mejor el amplio alcance que puede tener la aludida singularidad. En medio de un mundo que el mismo Heidegger ha pen - sado en el sentido de que el ser se revela en nuestra época como mero Gestell , como lo dispuesto, intentamos salvar algo de ese trend avasallador. Y justamen - te el mundo se puede salvar en la medida en que somos capaces de sustraer lo que es vital no sólo para el ser humano, sino para el Planeta, y reconocerlo como intocable, como sacro. 4 Pensamos al ser humano consciente como ser-humano consciente, vale decir, consciente del guion que cumple, consciente de que el autor del guion es el ser, y que él es el actor. Él ha sido precisamente el actor de este guion a lo largo de la historia, representando los papeles de cada una de las concepciones an - tropológicas. Pero, entonces cada una de ellas se presenta sin guion, dado que la acompaña el presupuesto de ser una concepción originaria. No todas se han expresado, se han llamado en la época en que surgieron, de acuerdo con los nombres que hemos propuesto. Esos nombres tienen el cariz de fórmulas que no siempre se expresan de ese modo tan sucinto. Pero esto es más bien secun - dario. Lo primordial es el presupuesto de originariedad. Es por ello que el pará - metro de la co-originariedad de las concepciones antropológicas históricas es el que más induce a tomar conciencia del guion teatral del ser-humano. Y, como decíamos, esa toma de conciencia es la que a la vez caracteriza al ser-humano consciente. Y ésta es también, por lo mismo, la razón por la cual el ser-humano consciente justamente lleva (o conlleva) el guion mencionado, lo hace suyo, lo asume, “conscientemente”. Ahora bien, ante todo lo decisivo del ser-humano consciente es su relación, su estar abierto al ser de la plenitud. Es más, cada una de las concepciones antro - pológicas históricas supone este desafío, pero desafío que no asume la condi - ción ontológica del guion, del papel, de la máscara, de la pantalla, del velo de Maya, propio de cada una de esas concepciones. No sólo el parámetro de la co-originariedad contribuye a que haga su entrada el ser-humano consciente, sino quien lo formulara, Martin Heidegger, como tam - bién su concepción fundamentalmente ontocéntrica del Dasein . Pero también

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