Ser-humano (cartografía antropológica)

— 145 — nada, ocurriendo que ese trasmundo se desploma pasivamente, tal vez por un efecto de saturación. “La caída de los valores cosmológicos” está representada de este modo ante todo por el desmantelamiento del trasmundo suscitado por el nihilismo activo. Heidegger precisa que Nietzsche despliega el tema del nihilismo en un capítulo con ese título porque ‘cosmos’ mienta aquí no sólo un ‘ ordo ’, ‘orden’ de la natu - raleza sino de la sociedad humana (HN, vol. 2, p. 59). Ahora bien, podríamos decir, en relación con las concepciones antropológicas que tradicionalmente han marcado el rumbo, que ahora volvemos a abrir la puerta en la historia, como reiteradamente se ha venido haciendo a lo largo de siglos y milenios, mas esta vez el visitante, el huésped, no es la razón, el supuesto Dios, el hombre centralizado, sino simplemente no hay nadie ni nada ahí; justa - mente el visitante es pues ahora la nada. Destaquemos aquí nuevamente una coincidencia que se produce, en relación al terrible visitante de la nada, entre ambos gestores del ser humano volitivo. Recordemos, como ya apuntábamos que El mundo como voluntad y representa - ción culmina con la nada: “este mundo que nos es tan real con todos sus soles y vías lácteas, es –nada” (WWV, # 71, p. 528). Para mayor precisión, está claro que la nada tiene un alcance muy distinto en uno y otro –en uno se vincula con la negación de la voluntad y en el otro se vincula con lo que trae consigo el tras - mundismo y el nihilismo. El visitante de la nada, la muerte de Dios –desde luego ambos pensamientos están internamente trabados en Nietzsche, y agreguemos a ello, la seculariza - ción, la orfandad del ser humano que se ha quedado sin el supremo Padre. A lo largo de la modernidad y bajo los designios del hombre como centro el tema de la muerte de Dios, su ausencia, su negación, viene sonando con fuerza desde el siglo de la Ilustración en adelante: se conecta con el Barón de Holbach, Helve - tius, Voltaire, Diderot, y luego en el siglo XIX, principalmente con Feuerbach y el propio Nietzsche. También en la literatura del XIX, en particular Dostoievsky, a través de Crimen y castigo y El gran inquisidor . En el caso de este último se trata de una ficción literaria de uno de los hermanos Karamasov (Iván) que se la lee en una taberna a su hermano Aliosha. En ella la trama consiste en que Jesús vuelve al mundo en el siglo XVI, en Sevilla, y comienza a hacer milagros, por lo cual lo sigue mucha gente. El Cardenal, que es el Gran Inquisidor, al percatarse de esta situación, y darse cuenta de que efectivamente Jesús ha vuelto a visitarnos, lo hace apresar y lo envia al calabozo. Más tarde se acerca a conversar con él y en una perorata que se prolonga toda la noche, en que Jesús permanece en un estremecedor silencio, el Inquisidor le hace ver todos los inconvenientes que representa su segunda venida. El texto termina así:

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