Ser-humano (cartografía antropológica)

— 143 — Hay que apuntar aquí también que, sin duda alguna, el aliciente del querer le ha dado fuerzas sobre todo al ser humano activo y su descomunal despliegue en la transformación del entorno y la sociedad. Sin embargo, como el ser humano activo se debe, entre sus gestores, a Marx, desde su nacimiento se apoya en una concepción materialista del mundo. Algo similar ocurre con el positivismo deci - monónico que contribuye también al desenvolvimiento del hombre activo. De - bido a esta cercanía del ser humano activo con el materialismo y el positivismo, el ser humano volitivo, sobre todo con Nietzsche, se distancia de ello, dado que el querer se presenta más bien en él con un alcance incluso mitológico. Nietzs - che está perfectamente consciente de la fuerza que tienen las ideas, creencias y mitos, y que pueden mucho más que la fuerza de la producción que se canaliza especialmente a través de la técnica. Él es un crítico de la incipiente teoría de la evolución de su época, porque supuestamente empequeñece al hombre al hacerlo provenir del mono. Todo es cuestión del mito que inspire a la voluntad de poder a alcanzar sitiales más elevados. Es por ello que mucho más enaltece al hombre la creencia en cierta afinidad con el águila. Éste viene a ser uno de los puntos decisivos que toma Arnold Geheln de Nietzsche en El alma en la era de la técnica 94 . Dicho sea de paso, en este sentido, hay en Nietzsche una visión mucho más adelantada que la del positivismo y del materialismo en relación a lo que puede un imaginario . Ya en su conferencia sobre El estado griego (1872) en la Univer - sidad de Basilea, junto con reconocer el agon (competencia, lucha), plantea que él tiene una capacidad articuladora de la sociedad. En ello hay una remisión a ambas diosas Eris de “Los trabajos y los días” de Hesiodo, en que una simboliza la disputa y la otra la envidia. Pues bien, la segunda induce a la competencia, al agon , y es propiamente configuradora de la sociedad. Veamos cómo analiza Safranski estas ideas: “La cultura griega constituye empero también un ejemplo a propósito de cómo se puede sublimar esta crueldad belicosa a través de la competencia que por doquier tiene lugar, en la política, en la vida social, en el arte. Nietzsche cita a Hesiodo, cuyo poema educativo ‘Los trabajos y los días’ se inicia con la descrip - ción de ambas diosas- Eris , esto es, las diosas de la disputa y de la envidia. La primera Eris demanda la ‘guerra terrible’. Esta diosa viene de la ‘noche negra’ y tan inevitable como el destino es la ‘riña’ que ella provoca entre los hombres. Pero Zeus le puso a su lado a esta diosa una segunda Eris , que le da un giro productivo a la discordia, en tanto que incita a los hombres a competir en vez de matarse. Los hombres crecen compitiendo. Nietzsche cita a Hesiodo: ‘Ella (la segunda Eris ) empuja al hombre más torpe al trabajo; y acaso mira uno, escaso de posesiones, al otro, que es rico, así se apura el primero a sembrar y a plantar, con el fin de darle un buen sustento al hogar; el vecino compite con 94 A. Gehlen, Die Seele im technischen Zeitalter (El alma en la era de la técnica), Hamburg: Rowohlt, 1957.

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