Ser-humano (cartografía antropológica)
— 133 — observamos el impulso violento, ininterrumpido con el que las aguas se precipi - tan a las profundidades, la persistencia con la cual el magneto siempre se dirige al polo norte, la ansiedad con la que el hierro corre hacia él /…/ también aquí como allá corresponde hacer uso del término voluntad, el cual describe lo que es el ser en sí de cada cosa en el mundo /…/” (Sch, p. 320-321). Como destacábamos arriba, la voluntad se presenta a continuación en la natura - leza orgánica, determinando las distintas formas de vida. En el caso del hombre, ella se presenta no sólo como voluntad racional, sino como voluntad vinculada con la culpa, cuando el querer va acompañado del conocer (cfr, Sch, p. 321). En esa voluntad universal ciega se funda a su vez el pesimismo schopenhaueria - no. Rico en imágenes y en “metáforas filosóficas” en El mundo como voluntad y representación , I Parte, nos presenta a un hombre que vive como en un océano bravo (el océano de la voluntad) arrastrado y lanzado por enormes olas (Sch, 339-340). A partir de ello se explica también que el filósofo que inaugura el vo - luntarismo en la historia de la filosofía, y con el que comienza a constituirse el animal volitivo, es a la vez el filósofo de la negación de la voluntad. Recordemos que el IV Libro de la opera magna de Schopenhauer está en buena parte dedi - cado al tema de “La afirmación y negación de la voluntad”. Por de pronto, esta negación guarda relación con el planteamiento de que la voluntad que rige en la naturaleza procura conservar únicamente especies y géneros, pero para que ello sea posible, cada individuo está signado a sucumbir, a aparecer y luego desapa - recer (WWV, # 54, p. 363). A propósito de la mencionada negación, precisamente las experiencias más ra - dicales nos hacen ver esto: ante todo la unión mística y la compasión (influido en ello por la filosofía oriental, en particular por el budismo), la contemplación estética y la voluntad de morir (vinculada con su pesimismo: paulatinamente y como parte de nuestra madurez, la voluntad de vivir se convierte en voluntad de morir, que acaba precisamente en el quietismo, en la negación de la voluntad, lo cual se traduce a su vez en una actitud contemplativa) (cfr. Sch, p. 349-350). Asaz decidor es que el IV Libro de El mundo como voluntad y representación concluya con la palabra ‘nada’: “lo que queda, después de una total abolición de la voluntad, para aquellos que están llenos de la voluntad, en todo caso es nada. Pero, inversamente, para aquellos en los cuales la voluntad ha dado un giro y se ha negado a sí misma, este mundo que nos es tan real con todos sus soles y vías lácteas, es –nada” (WWV, # 71, p. 528).
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