Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

96 televisión chilena, quien lo reclutó en sus filas. Y así su círculo fue ampliándose a los rostros de TV, al trabajo creativo detrás de las cámaras, al aprendizaje constante de la tolerancia a los demás (un legado que nos persigue día a día a quienes lo conocimos), a ser la mano de apoyo en los peores momentos. Allí, en los pasillos de Ca- nal 13, creció, aprendió, ahorró y se fue. Porque, a fin de cuentas, un Pájaro debe siempre emprender vuelos hacia lugares desconocidos. Fue así que en plenos 90 –aunque en su songlist diario solían apro- piarse de los acordes aquellos italianos de los 60 y 70– se largó a la Madre Patria, el país de su padre, el eslabón que le faltaba asumir en su alma. Tuvo de todo por allá: viajes místicos, paseos, trabajos funestos, estudios no tan estudiados, aventuras, historias. En sus cartas desde Dublín, Madrid o Pamplona, parecía que nunca vol- vería, que sus alas se quedaban flotando en el Viejo Mundo. Y un día, sin casi avisar, regresó. No podía olvidar las calles de Santiago, las tardes en Santa Laura siguiendo a su querida Unión Españo- la, las conversaciones recordando los locos 80, el afán de chocar a la vuelta de la esquina con la elegida, como en el viejo celuloide. Aunque se resistió, cayó nuevamente en las redes de Bertrán. Y se quedó en Inés Matte Urrejola para siempre. Cada vez más exitoso. Cada vez más alto. Es cierto que costaba encontrar agenda exclusiva de su tiempo, pero se las ingeniaba para estar cerca de todos. Nos tuvimos que acostumbrar a que faltara a las citas del Club de Tobi (que fundó y fomentó por siempre) porque tenía su clásico dolor de estómago o que en la época de esposas y guaguas reflotara la máxima univer- sitaria: “el viernes para los amigos, el sábado para la polola”. Pero nunca se perdió del todo. Estaba ahí cuando era importante. El día de aviso de futuros casamientos, en las penas femeninas de las ami- gas del alma de la universidad, incluso cuando le organizamos la mejor fiesta de cumpleaños de la historia, pero el esquivo acuaria- no… no llegó. Risas y recuerdos imborrables El día que partió, ese 2 de agosto de 2011, nos dimos cuenta que cada uno tenía algo particular que contar acerca de él, una aventu- ra propia donde era siempre había risas y recuerdos imborrables. Se dio maña para ser parte de cada uno, con su palabra precisa, con su humor a flor de piel, “sin sutilezas, al pan pan y al vino vino”, como le gustaba proclamar. Incluso, a pesar de sí mismo, aprendió a amar y a vivir en pareja. Aprendió que la amistad era para siem- pre y que los afectos no se transan. Aprendió a reír incluso cuando estaba triste. Y aprendió a callar… demasiado bien. Por eso las niñas siguen extrañándote. Los amigos siguen hacién- dote homenajes. El Club de Tobi lloró, pero ahora ríe. Porque nos quedamos en el libro de recuerdos con tanta anécdota, tanta his- toria idiotamente divertida en que nos obligaste a entrar solo para reir como niños: el día que mojaste a Bertrán; cuando arrancaste de la barra brava de Colchagua en el Santa Laura; la noche que descubrimos que Michael Corleone era un “bluff”; cuando sacaste confesiones sobre colchones; tu guitarra avanzando por las calles reclamando por cortes de pelo mal hechos; esos grafitis que pasa- ron a la posteridad sobre romances inventados en las aulas perio- dísticas; esas arrancadas amorosas que terminaban con los pies en la nieve o con canciones que sonaban unilaterales toda la noche; la búsqueda de ancestros de todos tus amigos; y cientos de cuentos enredados con la pasión, el amor, el espíritu. Ya te fuiste a volar por ahí, como en una película italiana: surrealista a lo Fellini, neorrealista a lo De Sica; mezcla de humor y drama a lo Scola. Por acá seguimos en nuestras propias vidas donde pusiste algo de guión y alma, donde fuiste de esos amigos que nunca se olvidan. Ahora sigues volando cerca de todos… Muchos te hemos sentido dando vueltas por ahí, en el puesto que te guardamos en la mesa de siempre, en los acordes de Amante Bandido, en los cánticos de la Furia Roja. En eso que para nosotros siempre será un Pájaro eterno.

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