Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

94 “En el ámbito profesional, ella siempre demostró mucha dedicación por las tareas que se le asignaban. Ese cuidado y preocupación por hacer bien las cosas, la manifestó siempre, ya sea en una pequeña tarea o en una gran responsabilidad. Ponía la misma dedicación, en escribir un boletín o en preparar una entrevista a algún importante personaje” , agrega Gerardo. “Su bondad no le impedía ver la injusticia a la que arremetía con fuerza. Claudia era una mezcla de fragilidad y fortaleza. Era delicada, pero al mismo tiempo ruda con aquellas cosas que le molestaba de sobremanera, como la injusticia y la des- lealtad” , concluye. Amor eterno Fue precisamente en la Radio Gigante donde la Claudia se enamoró de verdad y dejó de perseguir sueños, volviéndose inseparable del radiocontrolador Guillermo Ramírez. Comenzamos a estar menos tiempo juntas, lo que se acrecentó luego que ella se pusiera a cola- borar los fines de semana en la Radio Cooperativa donde el editor de aquel entonces –de cuyo nombre no quiero acordarme– nunca quiso contratarla. Se enamoró de Guillermo y se casaron. Comenzaron a vivir juntos y pronto quedaron embarazados de Paula, quien hoy debe tener 22 años. Con su bebé, también nos enteramos de su lupus y fue así como comenzó su intenso afán de contrarrestar la enfermedad porque era una luchadora. Tuvo un par de crisis, pero aun así, que- ría hacerlo todo y por eso también luego de convertirse en madre, a pesar de su debilidad, siguió ejerciendo el periodismo. Cargaba las enormes grabadoras de ese entonces en su hombro derecho y estas le hacían dolor todo el cuerpo caminado mucho más de lo que su organismo podía soportar. También llevaba en brazos a su hijita, pese a que tenía prohibido hacerlo… Lamentablemente esto le pasó la cuenta en marzo de 1992 y cuan- do la pequeña Paula tenía un año de edad, tras una larga agonía que nos desgarró el alma a todos quienes la amamos, mi querida Claudia falleció a los 27 años, transformándose así en la primera gran pérdida de nuestra generación. Han pasado ya 21 años, pero con certeza puedo decir que Claudia sigue viva entre quienes la conocimos y amamos…, y que por eso si bien no logró trascender en el Periodismo, sí logró hacerlo a través de todos quienes la conocimos. Para mí particularmente a través de las fotos que siempre miro cuando estoy triste para sentir su energía. También en su hija Pau- la, quien ha sido el consuelo de sus padres desde que ella partió. En su honor, mi hija mayor lleva –igual que ella– como segundo nombre el de Victoria y la de Sandra Pizarro –otra amiga y com- pañera– el de Claudia. Para sentirla conmigo ante el desaf ío de escribir estas líneas, visi- té –como hago siempre que puedo– el lugar donde descansan sus restos en el Cementerio Metropolitano para sentir la fuerza que a pesar de su ausencia sé que sigue entregándome. Así como a todos los periodistas de nuestra generación de la Universidad de Chile, porque ella siempre fue y será la luz que nos guíe. Claudia, sentada sobre el escritorio, en plena jornada laboral.

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