Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

88 HUELLAS IMBORRABLES DE UN MUCHACHO DEL SUR Por Ruth Melgarejo Fue, sin duda, su personalidad lo que lo hizo inolvidable. Llegó a San- tiago a estudiar Periodismo sintiéndose un provinciano de corazón, dispuesto a mostrarle al mundo que la vida lejos de la capital tenía una magia única e incomparable que él había sabido descubrir y dis- frutar como nadie. Decía con orgullo que era “hijo e’ paco”. Se vivían los años 80 y su hogar era una residencia para hijos de carabineros. Sin embargo, nunca ocultó su férreo pensamiento de izquierda, afin- cado en su altruismo y en su propia vivencia de la pobreza, aquella de la cual jamás se avergonzaría. Sus carencias le habían enseñado a vivir y ser feliz con muy poco; y de eso, sin duda, daba lecciones. A poco andar, ya quedaba claro que su espíritu estaba marcado por el esfuerzo, la perseverancia, la vocación de servir y por una evi- dente honestidad; el muchacho venido del sur era un hombre con- fiable y un amigo de verdad. “Calbuco”, su lugar de origen, fue siempre su seudónimo. “El hua- so”, como le llamaban algunos, era un ejemplo de amor a su tierra y a su mar; a sus costumbres y a su gente. Con su cámara dejó registro de todo aquello que amó. Así, los atardeceres frente a la caleta, las lanchas chilotas, las sureñas casas de madera y los rostros curtidos de sus coterráneos, permanecen como imágenes imborrables, esperando que se cumplan para ellos los deseos de Quémil, un inolvidable soñador. La Quenita I. (Foto www.lanchaschilotas.com )

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