Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
80 Gustavo González retornó al país como corresponsal de la agen- cia Inter Press Service para, como él cuenta, ser testigo y cro- nista de los últimos años de la dictadura: “En ese ambiente, pude conocer de cerca la encomiable labor de Cornelio en Cieplan, así como su trayecto, una vez restaurada la democracia, en el Mi- nisterio de Hacienda. Su muerte me golpeó, no solo por tratarse de una partida tan prematura de un periodista tan brillante. Me golpeó y me conmovió como testigo del masivo encuentro de quienes lo acompañamos hasta el Crematorio del Cementerio General, donde Cornelio nos dijo adiós desde un sencillo ataúd de rústicas tablas de embalaje para de- clarar que se iba con la misma sencillez que marcó su vida, dejándonos una hue- lla imborrable”. Cornelio fue muy cercano a Verónica Vergara. Fueron tan próximos que ter- minó casándose con su mejor amiga, Katia Quintana, y fue padrino de su pri- mer hijo. También fueron compañeros de labores en la revista Ercilla. Cornelio siempre estuvo a su lado, especialmente en sus momentos más dif íciles, y jamás dejó de apoyarla cuando a ella le faltaban energías para seguir viviendo. Cornelio, pese a su figura frágil, tenía una vitali- dad interior que lo hacía sobreponerse ante cualquier adversidad. Él fue quien el 11 de agosto de 1978 me llamó para avisarme que Verónica, a los 25 años, había sufrido un accidente de tránsito a una cuadra de su trabajo, infortunio que cinco días más tarde le costaría la vida. Cornelio puso la entereza en esos momentos de abatimiento. Y no era primera vez que lo hacía, ya lo había hecho meses antes de esta tragedia. Un lunes llegó a mi casa en Ñuñoa para acompañarme en el doloroso trance de la enfermedad de mi madre. Y ese día fue testigo y sostén de mi infortunio, porque horas más tarde ella falleció. Al día siguiente, Cornelio me entregó una carta que guardo como un bien muy preciado, en la que habla con cariño del dolor, la angustia, la pu- rificación y la muerte. Con claridad y simpleza, primero me habla de él: “Héctor, ya sé. Hoy fue un día horrible para ti y tu hermana. Un nuevo dolor se suma a otros recientes y parece ser el tiempo de la impotencia y las lágrimas. Quiero contarte que yo también he sufrido -todos sufrimos alguna vez por alguien o por algo- y he asumido el dolor hasta el extremo, hasta la extenuación de los sentido, hasta pensar que todo ha terminado”. Luego continúa: “Pero es bueno sufrir, como es buena la risa y la alegría. El dolor es hoguera de templanza y el vacío vital en que te sume, te conduce a la síntesis que supera el horror de estar tan solo. La experiencia terrible te tira hacia el abismo, te revuelca en la mierda de tu propio infortunio, pero después quiere germinar y (es la vida que triunfa) pug- na por surgir y te obliga a acceder a una nueva dimensión de tus potencias, te urge a crecer como hombre y por ti mismo. Es la lección que todos aprendemos”. Más adelante, Cornelio habla de la muer- te con frases que más tarde recordaría cuando él se enfrentó a este trance inexo- rable: “Cuando uno cree en Dios todo se simplifica. La muerte es un dolor que lace- ra a quienes quedan vivos y la vida rota no conoce el fin: la muerte es el comienzo de otro tránsito que conduce al ser humano al encuentro precioso con su creador. Pero aún si no crees, aún si intuyes que la muer- te marca el fin de todo, entenderás que cada vida tiene un sentido, que no en vano se proyecta hacia otras vidas para contribuir al sino de la especie justificándose a sí misma en el amor. Tu mamá los amó a ustedes por sobre muchas otras cosas y ustedes no la defraudaron: fue feliz. Y les dejó la meta que toda madre asigna a quienes aman: que construyan el molde de su propia felicidad”. Estas palabras retornaron a mí cuando supe que con entereza y tranquilidad había enfrentado los días postreros de vida, siempre consecuente con lo que creía. Y claro, también había construido con tesón y cariño el molde su felicidad. Cornelio González y Víctor Manuel Mandujano
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