Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 59 Desde la Escuela hasta el exilio Hernán Barahona entró a la Escuela de Periodismo de la Universi- dad de Chile en 1966, luego de su paso por leyes en la misma casa de Bello. En Vendedores de sol , publicado en 1994, con ocasión de los 40 años de la Escuela, el mismo Hernán recuerda su paso por la sede de Los Aromos, ubicada en el ex Pedagógico, antes de ser cerrada y trasladada por los militares golpistas, quienes veían en todas las carreras del área social un foco de conflicto para el régi- men: “Tuve excelentes amigos, muy buenos compañeros. Un rasgo especial era estudiar en grupo, ayudarse. Había un trabajo social, colectivo, que generó un tipo de profesional solidario en contraste con el periodismo de hoy, impersonal, competitivo (…) que es otra forma de enfrentar y practicar la profesión. Éramos gente con mu- chas inquietudes sociales, culturales y políticas. Se trató de la gene- ración que se formó con la revolución cubana”. En este contexto conoció a uno de sus amigos y compañeros de curso, Gustavo González, quien fuera entre 2003 y 2007 director de la Escuela de Periodismo: “Conocí a Hernán Barahona el año 1966, cuando ambos ingresamos a la Escuela de Periodismo. Él ve- nía de cursar algunos años en Leyes y, por tanto, era mayor que mu- chos de los mechones. Incluso ya estaba casado, con una hija del profesor Astolfo Tapia, un exdiputado socialista, que en aquella época era secretario general de la Facultad de Filosof ía y Educación (de la cual dependía Periodismo). Le hacíamos bromas por este vín- culo, diciéndole que estaba bien apitutado, aunque en rigor nunca lo vi aprovecharse de esta situación. Era relativamente quitado de bulla; no participaba en asambleas ni tenía una militancia activa en Periodismo, aun cuando sabíamos de su postura de izquierda, que fue ratificada más tarde como militante del Partido Comunista y su trabajo en Radio Magallanes al momento del golpe de Estado”. Su facha, su carácter y su disposición al diálogo marcaron desde jo- ven la impronta de Hernán, tanto dentro como fuera de las aulas, recuerda Gustavo: “Sus participaciones en clases eran siempre acer- tadas y en el trato más personal era un gran conversador, con un fino sentido del humor. Vestía siempre de terno, tal vez por la influencia de la Escuela de Derecho, cuyos alumnos en ese entonces jamás se saca- ban la corbata. Fuimos grandes amigos, de largas conversaciones en el casino de Periodismo o en algún bar de reuniones bohemias”. Barahona egresó en 1969 de la Escuela de Periodismo más antigua del país, fundada en 1953, cuyo sello marcó su desarrollo profesio- nal en los tiempos convulsos de la “Patria Joven” y de los cambios sociales que demandaba el país en medio del ascenso de la clase popular: “la universidad jugó un rol muy importante en el conflicto social y político, en la época de la reforma universitaria. La univer- sidad era abierta, accesible, autónoma, un foco cultural, y en espe- cial en la Escuela se acentuaba esta libertad”. Ese espíritu imprimió en su paso por el comando presidencial de Salvador Allende y luego en Radio Magallanes donde ocupó el car- go de redactor político. “Trabajamos en radio durante la Unidad Popular. Él trabajaba en la Magallanes y yo en la Portales, que eran las ra- dios de izquierda que más se es- cuchaban en ese momento”, relata José Luis Córdova, quien detalla el cambio que provocó en sus vidas personales y profesionales el 11 de septiembre de 1973: “En víspe- ras del golpe de Estado, julio del 73, Hernán viajó a Berlín al Festival Mundial de la Juventud. A su regreso lo sobrevino el golpe. Por los contactos que había hecho enAlemania, él salió del país y no tuvo que sufrir los rigores de los inicios de la dictadura militar. Después de que yo estuve detenido en el estadio Nacional, salí a Argentina, mientras Hernán ya se había instalado en Praga, Checoslovaquia, donde estu- vo a cargo de un programa de radio Praga Internacional, en español, que se llamaba Chile, acusa y advierte. Él hizo algunos contactos para saber de mí cuando yo estaba en Buenos Aires, en vísperas del golpe de Estado de 1976. Conseguí salir y trasladarme a Praga donde empe- zamos a trabajar juntos. Yo colaborando en la radio y trabajando para la agencia de noticias CTK. Compartimos muchísimo diariamente, hasta que, en 1985, Hernán fue autorizado para volver a Chile, no así yo que no pude volver hasta que concluyó el exilio”. Gran periodista radial

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