Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 57 Pero en Chile nunca nadie te vio en los televisores, haciendo gala de tu audacia. Cuando regresaste a tu país, te convertiste en uno de los profeso- res fundadores de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago, en 1992. Pusiste en ese trabajo todo lo que aprendiste desde tus jóvenes comienzos, allá en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Ahora, como profesor, ante los futuros pro- fesionales de la prensa, insistías en que “la neutralidad no existe”. Ellos te escucharon decir que no se puede ser neutral frente a las violaciones de los derechos humanos, recibieron tus enseñanzas y hoy las aplican en los medios de comunicación. Pero esa tarea tuya tampoco la conoció la opinión pública. Los lectores, auditores de radio y televidentes, no supieron del si- lencioso entusiasmo que ponías en cada nueva tarea. No conocie- ron tus sutiles bromas o tus indignadas palabrotas, cuando era ne- cesario indignarse frente a la prepotencia y la injusticia social. El público, el gran público, alguna vez leyó un artículo tuyo en La Nación . O aquella magistral entrevista al ex presidente Patricio Aylwin, publicada en el Excelsior de México y reproducida en la prensa chilena. En ella Aylwin revelaba inéditos entretelones de sus tirantes vínculos con Pinochet, que pensaba recuperar el poder en 1994. ¿Te acuerdas, Jorge? Tenías 68 años cuando decidiste partir. Y, sin embargo, no habrá un estadio que lleve tu nombre. –¿Y a mí qué me importa?– sería tu lógica respuesta. De acuerdo, Jorge. Descansa en paz.

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