Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 51 Lo que finalmente precipitó la irrevocable decisión del Chico de abandonar ese desarrollado país para quedarse en Ecuador fue la crónica enfermedad bronquial de su hijo, al que apodaban Lobito. El continuo llanto nocturno del pequeño había alterado la tran- quila y normada vecindad vienesa del matrimonio. Los reclamos apuntaron duramente contra estos exiliados chilenos. Tras su decisión de no volver a Viena, Jorge pasó a formar parte de El Mundo como reportero del sector Económico y Político. Muy pronto manifestó su fuerte y agresivo carácter que descargaba con mucha frecuencia contra los colegas ecuatorianos a los que denos- taba por parecerles lentos. Sin embargo, nosotros lo acogimos con solidario afecto. Tenía una inteligencia sobre el promedio y hacía gala de una arro- gancia que a todos nos impresionaba. Era además un talentoso re- dactor. Sus artículos publicados en El Mundo llamaron la atención de las autoridades de la Secretaría Nacional de Información Públi- ca a cargo del abogado y político Milton Alava. También se fijaron en mis notas periodísticas gremiales y misceláneas. Como consecuencia de este reconocimiento, ambos fuimos llama- dos para elaborar la Memoria de los cuatro años del Gobierno Mi- litar. Una vez que llegamos a acuerdo, nos dividimos el trabajo por partes iguales, eligiendo yo los temas del área social y Jorge los del sector económico. Trabajamos intensamente durante algunos me- ses, tiempo suficiente para profundizar la amistad entre él y yo. Me confidenció algunos dolorosos y traumáticos episodios de su niñez. Más de alguna vez he reflexionado sobre el triste final del Chico. Hoy concluyo que éstos influirían en su trastornada personalidad. Siendo niño, por ejemplo, presenció relaciones íntimas de su madre. Una vez que entregamos el texto definitivo fuimos muy bien remu- nerados. No dejaba de ser paradójico que dos periodistas chilenos exiliados por la feroz dictadura militar de Pinochet hubiéramos sido distinguidos con su confianza por otro gobierno, también mi- litar, pero de otro corte. Un año después, en 1976, Quito fue la sede de un congreso latinoa- mericano de escritores, organizado por la Universidad Central del Ecuador, la más importante de ese país, que congregó a destacadas figuras de las letras, entre ellos los uruguayos Eduardo Galeano y Mario Benedetti y el chileno Fernando Alegría. El evento dio lugar a un concurso en los géneros de novela, poesía y ensayo. Esta fue la oportunidad para que el Chico rescatara los anteceden- tes recopilados para la Memoria y los convirtiera en un excelente trabajo de investigación que tituló Nacionalismo y petróleo en el Ecuador actual , con el cual obtuvo el Primer Premio en ensayo. Se trataba de un análisis crítico de la próspera realidad de ese nuevo país petrolero, miembro de la OPEP. No puedo dejar de recor- dar algunas circunstancias reveladoras de la perso- nalidad que rodearon esta premiación. Jorge trabajó día y noche en su ensa- yo, involucrando a Cecilia como dactilógrafa. A él ni siquiera le importó que la delicada yema de los de- dos de su mujer llegaran al extremo de sangrar por el intenso tecleo. Sueños de grandeza Silva tomó muy en serio su nuevo rol de escritor Se compró una robe de chambre que lucía mientras dictaba su trabajo y una boina, estilo bolchevique, que lucía cuando salía a la calle. La vida del exilio nos había unido muy estrechamente a los Sil- va-Izquierdo y a nosotros, los Vásquez -Bañados (en esa época estaba unida sentimentalmente al hoy fallecido periodista Oscar Vásquez). Nos reuníamos a almorzar los fines de semanas al más puro estilo chileno: con empanadas de horno y vino tinto, pro- ductos de los que nos surtíamos en una “picada” de compatriotas también exiliados igual que nosotros. Entre brindis y risas discu- tíamos el texto y también el seudónimo que debería usar el autor. Jorge Silva y Cecilia Izquierdo en Quito, septiem- bre de 1977.
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