Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 39 tes de la cena con que se celebraría a la reina. Sin embargo, como jurado habíamos apelado a la máxima honestidad y sinceridad de nuestros entusiastas corazones. Apenas ocurrido el golpe de Estado de 1973, sorpresivamente me ofrecieron hacerme cargo de la oficina en Santiago del Diario Co- lor, de Concepción. Llevé a Patricio como ayudante. Exactamente al tercer día de estar desarrollando nuestra labor periodística con toda la seriedad del caso, se nos avisó que debíamos abandonar el diario, por órdenes superiores. Fue nuestra primera actividad profe- sional en dictadura. Y una de las mejores confidentes de Patricio fue mi propia madre, Perla Johnson, recientemente fa- llecida. Pato vivió en casa de ella durante algunos meses en que él y Luz María estuvieron alejados. Muchísimos años después, ya Pato fallecido, mi madre con su débil memoria esfumándose, lo incluyó siempre en sus más bellos y fuertes recuerdos. Pato, mil anécdotas Quizás sean más de mil las histo- rias que sobre Pato Muñoz Ma- dariaga pudieran contarse. Una de ellas es su cercana amistad con Violeta Parra, que lo recibía alegre- mente en su carpa de La Reina se- gún lo constata el periodista José Luis Córdova: “Fuimos exactamente una semana antes de que ella se quitara la vida y no se le notaba tristeza alguna. O quizás se puso contenta de verlo” , señala Córdova. A Ximena González, para quien Pato “fue siempre el hermano chico de la Ivonne, mi gran amiga en los años de Universidad” , la vida qui- so después que lo reencontrara como el gran amigo de Jorge Uribe y convertido ya en un profesional del periodismo. Subraya Ximena: “Me llamaba extremadamente la atención lo parecido que era a su padre, tanto en lo f ísico como en su carácter, eran dos seres absolu- tamente iguales”. Pato Muñoz con sus tres hijas: Consuelo, Paula y Amparo Aprovecho de André Jouffé su pródiga memoria: “Yo había renunciado recién a la revista Novedades y estaba cesan- te con mi mujer, Tatiana, embarazada. Pato me llama y me dice: te prometí que cuando se produjera una vacante en revista Onda, me iba acordar de ti. Entré a trabajar con Ximena Ortúzar, Francisco Leal y el propio Pato, hasta que nos pilló el Once. En la portada que no alcanzó a distribuirse aparecíamos todos los periodistas sentados

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