Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
34 vestía de civil y no hacía notar su condición. Con el sistema de es- calafón de ese tiempo, para llegar a ese grado se necesitaba haber estado por lo menos unos 14 años en la institución y los tenía. De allí su actitud reposada, su participación restringida en los debates y su escasa vehemencia cuando le pedían hacer uso de la palabra” recuerda Blanco. Continúa: “Tengo tres recuerdos: cuando el profesor Luis Fernández Navas le pidió que leyera su trabajo sobre la Exposición dedicada a la presidencia de Manuel Montt; cuando mostró al profesor Ser- gio Carrasco una propuesta de afiches para una campaña de auto- protección ciudadana; y cuando –como un ejercicio en la clase de Ariel Dorfman– se entrevistó recíprocamente con Marcela Ote- ro acerca de la infidelidad y se defendió di- ciendo «No soy casado»”. “Eran tiempos –agrega José Blanco– en que un carabinero se sentía por sobre todo un servidor público. Y no cabía duda, por- que los sueldos de los pacos estaban lejos de ser reguleques”. Brutalmente torturado Tras el golpe del 1973 perdimos contacto por un tiempo. Injustamente acusado de participar en el “Plan Zeta”, un montaje de la dictadura, fue despojado de su uniforme y luego brutalmente torturado, casi hasta la muerte. A veces, él me lo contaba más tarde, hacia esfuerzos sobrehumanos para asomarse a una ventana en el recinto de la Fuerza Aérea de Chile, en el Bosque, para que lo vieran de lejos su esposa y sus hijos, y sonreía para que creyeran que estaba bien. El propio Juan rememoró así esos terribles días en el texto que es- cribió para el libro Vendedores de sol : “El 11 de septiembre de 1973 me sorprendió cuando ya era mayor de Carabineros y ejercía el cargo de fiscal administrativo en la Pre- fectura General de Santiago. Al día siguiente presenté mi renuncia a la institución por no estar de acuerdo con la usurpación del poder legítimo. Una semana más tarde me detuvieron en mi domicilio y me encerraron en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea. Se me involucró en el proceso caratulado «Bachelet y otros» y fui sometido a torturas. Carabineros entabló juicio de competencia y, al ganar- lo, logré mi traslado a otro sitio de detención para someterme a un «proceso en tiempo de guerra» por «graves delitos». El 7 de enero de 1974 fui sobreseído de todas las acusaciones en mi contra”. Finalmente, liberado de las falsas acusaciones, no quiso volver a vestir el uniforme. Por corto tiempo traba- jó en la Vega Central de Santiago vendien- do frutas y primores. Su temple de hombre aguerrido lo estimulaba a luchar por los su- yos, en cualquiera tarea que dignificara su persona. Así, con algunos pocos recursos, se aventuró en Arica, en negocios de im- portaciones y exportaciones. Ahí sumó al- gunos recursos para alcanzar su meta que era la vida apacible del campo sureño. Compró un fundo en Paillaco, cerca de Osorno. Pero se quedó sin capital para ha- cerlo producir, mientras le urgía responder a las necesidades de su familia. Entonces las vueltas de la vida nos vuelven a reunir. Era el año 1979. Yo era director de El Diario Aus- tral de Temuco y tenía fuerte influencia en una pequeña cadena que conformaban el Correo de Valdivia y La Prensa de Osorno. Juanito tocó un día la puerta de mi casa, en Temuco. La alegría del re- encuentro fue inmensa, tremendamente emotiva, más todavía cuan- do mi familia conocía la historia de la amistad universitaria y del dra- ma que él había vivido. Ahora él necesitaba un trabajo con urgencia. Y yo podía devolver la mano a quien tanto me había ayudado. Volvió a Paillaco con la felicidad de tener trabajo en La Prensa de Osorno, que le quedaba a un paso de su predio. El capitán Juan Bastidas de civil (Fotograf ía del libro Ven- dedores de Sol).
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