Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)
Para que nadie quede atrás 17 Raúl Iriarte, Abelardo Clariana, Mauricio Amster, Anselmo Sule y otros grandes maestros que tampoco están ya con nosotros. Un gran periodista chileno Pero no hemos venido aquí a despedir solo al profesor, sino tam- bién a un gran periodista chileno, cuya trayectoria cruza gran parte de la segunda mitad del siglo XX y del inicio del nuevo milenio. Su paso por El Siglo y Última Hora, por las revistas Ercilla y Cau- ce, así como su labor de corresponsal de O’Cruzeiro Internacio- nal, dejan testimonio del hombre que conjugó acertadamente el ejercicio práctico y cotidiano de la profesión con la academia. Del mismo modo, su trabajo internacional en el Acuerdo de Cartage- na, en Perú, y más tarde en la Corporación Andina de Fomento, en Venezuela, dan relieve al organizador, al comunicador que ayudó a tender puentes de hermandad en nuestra América Latina. Como sabemos, Alejandro Cabrera fue el líder natural de esa gene- ración privilegiada que protagonizó el inicio de la formación uni- versitaria de periodistas en nuestro país. Él fue uno de los 40 ávidos jóvenes que el 20 de abril de 1953 llegaron hasta el local situado en San Antonio 263 para escuchar la primera lección de Introducción al Periodismo de don Ramón Cortez Ponce. Hombre de su época, pero también hombre de varias épocas, el “Negro Cabrera” personificó mejor que nadie la transición entre el periodismo empírico y el periodismo universitario. Asumió con convencimiento, pasión y argumentos irrefutables la bandera de la necesaria e imprescindible formación académica de los profe- sionales de la prensa. Pero al mismo tiempo, nadie como él supo asumir el ejemplo de los grandes periodistas formados en la “uni- versidad de la vida”, como Juan Emilio Pacull, que desde el Círculo de Periodistas impulsaron la creación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Fue, entonces, casi un proceso lógico que este maestro formador de periodistas universitarios dedicara los últimos años de su vida al rescate y revitalización del Círculo, convertido hoy nuevamente en un polo de atracción para los jóve- nes profesionales del periodismo. El profesor que respetábamos casi con temor en nuestros años de estudiantes se nos fue transformando con el tiempo en un amigo mayor, en un colega que seguíamos observando como un maestro, que ya no nos enseñaba las aplicaciones de la pirámide invertida ni los elementos de la noticia, sino que nos invitaba a bregar per- manentemente por la defensa y desarrollo del periodismo univer- sitario. Lo vimos en abril de 1993, junto a otros periodistas de la primera promoción de la Chile, en la reinstalación del monumento a Ramón Cortez Ponce en el local que la Escuela ocupaba en el antiguo cuartel de la DINA en la calle Belgrado, llamada hoy calle Periodista José Carrasco Tapia. Sin duda, ese fue uno de los actos que contribuyó a exorcizar ese recinto de triste y siniestro pasado. Con ocasión también de los 40 años de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Alejandro Cabrera publicó, como sabe- mos, “Vendedores de sol”, una hermosa metáfora de nuestro oficio que le dio título a un libro que reúne valiosos testimonios de suce- sivas generaciones de estudiantes de nuestro plantel. Interlocutor permanente de las nuevas generaciones Militante de la memoria y del futuro, el “Negro Cabrera” fue un interlocutor permanente de las jóvenes generaciones de estudian- tes de Periodismo. Cada 20 de abril llegaba hasta nuestra Escuela a conversar con los alumnos, a transmitirles la mística de nuestra profesión y contarles como fueron los primeros balbuceos de la Ernesto Merino, Antonio Marinovic y Alejando Ca- brera, miembros de la primera generación de la Es- cuela de Periodismo.
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