Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 15 Culpas de su medio Ambas quedamos cesantes en el fatídico 73. Se nos cerraron los medios masivos y cuando creé una revista femenina para el desa- parecido supermercado Unicoop, aceptó el “pituto” que le ofrecí, pero fue una anécdota en su vida profesional. Ella, que había hecho de la independencia ideológica y política su leit motiv profesional, se sintió incomprendida al quedar fuera de los grandes medios. Era una figura peligrosa en esos tiempos en que los partidos políticos estaban proscritos. Pasada la etapa más violenta de la dictadura, Raquel volvió a los medios masivos. Recibió todos los premios periodísticos existentes, desde el “Lenka Franulic” (1963) de la Asociación de Mujeres Periodistas, hasta el Nacional de Periodismo (1991). Pero lo mejor: consiguió el reco- nocimiento y el respeto del lector o televidente que valoró su co- raje para sacar de mentira verdad a los más brillantes o a los más oscuros personajes de un dividido Chile. En sus últimos años, era ella la entrevistada en muchos espacios de radio y televisión. En uno de ellos, cuando se analizaba el rol de los medios chilenos bajo la dictadura de Pinochet, le pidie- ron pronunciarse por la responsabilidad de su medio, El Mercu- rio . Ella respondió elegantemente, pero cuando la urgieron a que dijera si Agustín Edwards Eastman estaba en deuda con el país por su papel en el golpe de Estado y la línea editorial que desde entonces ha mantenido su empresa, contestó afirmativamente. Y eso le valió que la desplazaran de su puesto de entrevistadora principal del diario. Debió jubilar y, como premio de consuelo, le ofrecieron escribir sobre el tema que quisiera en cualquiera de las revistas de la empresa. En sus últimos días, estaba desconten- ta. Se quejaba de que cada vez tenía más dificultades para que le aceptaran sus propuestas. En esa situación negativa se encontraba, acrecentada por pro- blemas de salud (sufría de sinusitis y malestares al estómago), cuando la muerte la sorprendió en su departamento de calle Ra- pallo, en Las Condes, mientras jugaba a las cartas con Juanito. El hijo, que sólo se consoló con su partida al saber que su madre se había ido al cielo a reunirse con su padre, quedó en manos de su numerosa familia. Nosotros, sus amigos y amigas, y colegas, quedamos acá abajo con el compromiso de mantener viva su memoria como una de las grandes figuras de nuestro Periodismo. Y yo, además, como una amiga inolvidable. Septiembre 2013 (Escrito al cumplirse un año de la muerte de Raquel Correa)

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